Te acuerdas de cuándo te hablé de un tipo guay que se llamaba Alex con una abuela que era aún más guay? Una abuelita con la casa llena de pájaros disecados, vírgenes de madera y retratos que parecen hechos por el mismísimo Marqués de Sade. Una casa donde los pomos de las puertas hacen juego con el papel que cubre las paredes, que a la vez hace juego con mis abrigos. El micro universo de los estampados bucólicos. Cojines con escenas de la caza del pato. Creo que es lo más grande que he visto desde que llegué… Incluyendo los desayunos con mermelada en casas donde la figura de un negro a tamaño real te recibe en la entrada. Incluyendo las fiestas en abadías medievales.
Bien, pues hay otra casa. De tres pisos. En la nieve. Y el viernes nos fuimos para allá.
Orgasmando me hallaba solo de pensar en el interiorismo que me esperaba por descubrir. Quizás esa era la razón que me llevaba, últimamente, a tener sueños sucios. Quizá esa era la razón que me impulsaba a comprarme el Cosmopolitan. Y comprarse el Cosmopolitan es de calentufas.
Adivina quién esquió. Todos los demás. Mientras, Rosegarden y yo. Mientras, todos esquían luciendo sus esbeltas siluetas no mancilladas por los excesos del erasmus, “ahora a la derecha, ahora a la izquierda, cuánto estilo, cuan europeo soy”. Mientras, nosotras que nos hemos constituido como un todo unitario que lleva a cabo una misma empresa, cogemos una bolsa de plástico (que ya te digo que hubiese sido del Mercadona si en Francia hubiese Mercadona) y nos tiramos colina abajo como bárbaras sureñas.
Nuestro propio Rosebud prefabricado. Qué bonito y singular.
Y esta semana nos damos los regalos del amigo invisible. Qué emoción. Cuanta alegría prenavidad. ¿Y después de Navidad? Pues después se anuncia tormenta de la gorda. Si el año pasado casi se me va la pelota, pero de verdad (y esta cosa rosa da fe de ello), este no lo quiero ni pensar, me puedo ver de repente con un chaleco de fuerza. Será por razones distintas, eso si. En febrero simplemente no me depilaba y me compadecía de mi misma, en junio los acontecimientos me superaban y el tofu casi me destruye. Luego llegó el schock. Luego fui muy feliz. Y luego me vine.
Y aviso que voy a volver. Pero muy demacrada. Con quilos que no son míos.
El otro día hicieron redada en mi residencia que, como todo el mundo sabe, esta en el barrio de Hassan. Pero se ve que Hassan anda un poco revolucionado y trafica dentro de los confines de la Madama y su Cerda. Rosegarden se vio asediada en plena calle por la policía secreta y la pobre cobarde, al enseñarle ellos sus placas y sus chalecos antibalas, se chivó. El ruiseñor ha largado. Soplona, eso no se le hace a Hassan porque él nos ha dado mucho… qué más da un poco de economía sumergida. Han cambiado el código, mira por donde. Y mira por donde es el B0405. Venid todos y desvalijadnos. Somos las del ático del noveno.
A veces me enervo. Que no es lo mismo que enfadarse. Y a veces esa chica que vive conmigo, y que se autodenomina la princesa del pop, se indigna porque, según ella, ni Alberto ni yo la dejamos desarrollarse dentro del universo pop. Estamos celosos. Una chica que dice que Ellos es música de organillo y que a la vez admira a Pepe el Marismeño, que dejó la droga por su hijo (y por eso está hinchado como un globo de helio), no se si será pop o no, pero lo de princesa es, quand même, es un poco pretencioso. Yo he intentado que se desarrollase como chica alternativa y atormentada, pero me califica de purista solo porque no quiero que firme aquí como Pepe (el Marismeño).
Pido mantener unos mínimos de clase, es mucho? Pues mira, por eso va y me llama gilipollas… después de haberse auto complacido (como de costumbre) llamándose a si misma “joya en bruto”.
Psicopata New Age. Conflicto (inter) tribus urbanas.
Nos vemos, dentro de tres dias.