A veces una misma es como un bicho que se ahoga en una copa de vino. No se hasta que punto quiero decir algo con unos mínimos de sentido o si tan solo me apetece encadenar palabras para que, al final, esto parezca un texto con una estética base en su prosa. Pero pese a que soy capaz de hacer que llegues al punto y final con una sonrisa pregúntate si todo esto está aportando algo mínimamente interesante hacia mi persona.
A veces una no considera demasiado interesante nada de lo que hay dentro y que puede ser contado, entonces utiliza como tapadera toda esta parafernalia de metáforas, giros, comparaciones y adjetivos voluptuosos exprimiendo hasta la ultima gota de cinismo que moja su ropa interior. Si, el cinismo de una descansa en las bragas. Descansa, permanece y nunca duerme porque es la mejor forma que conozco de mantener calladas amenazas mucho más serias. Esas cosas que se piensan y nunca jamás se dicen a nadie, esos bloques enormes de hielo que forman la base del ice-berg y que son los más peligrosos. Todo eso que solo se puede intuir si miras mis dedos. Las uñas que ya no crecen son los lloros de cuando las tetas no me habían crecido, el carácter lentamente forzado, los gritos que nunca deben escucharse al otro lado del teléfono, las promesas que no me hice cumplir, los defectos que no quiero evitar. Los que no puedo también.
Lo unico que puedo decir es que la mini-casa se me cae encima. Por eso hemos decidido utilizar el juego de llaves del nuevo piso y que deberíamos devolver mañana a las 9, para entrar y hacer el primer ritual de emborrachamiento entre las cuatro enormes paredes del Vieux Lyon. A oscuras, como ladronas.
Porque ya basta de tonterías.