CONSOMMÉ DE LÉGUMES

Esta mañana, al bajar del metro, sonaba en el andén del tranvía que te lleva a la universidad la festiva canción de «Jamming» en versión electro. Eso, junto con la estampa de un andén que está siempre a rebosar, vacío del todo esta vez, te hace ponerte un poco más festiva aunque tu festividad se limite a adelantar trabajo atrasado que tiene que ver con otra forma de festividad, más bien con Festivales. Y es que hay huelga. Y, por lo tanto, no hay clase. Adoro Francia por eso, pero a este paso no asimilaré nunca la rutina a la que estaba acostumbrada el semestre pasado. Porque lo que es este, de rutina, poquito poco. Aunque cuando hablo de rutina tiene que ver más con la palabra equilibrio. No todas las rutinas son malas, aunque la mia se caracteriza por su ausencia. No, no está nada mal.

Después de cumplir los 21 no me morí ni nada de eso. Con mi vestido de los 21 y mis chofas de los 21 celebré mi 21 cumpleaños. Fuimos relativamente pocos pero muy bien avenidos. Bueno, fuimos los de siempre (que bien suena eso) más una ensaladilla, mezclas raras de vinos y un miembro de la familia que acabó vomitando en su propia cama. En realidad el dia lo empecé adorando al maravilloso actor Oscar Ochandiano y a su oscarizable interpretación (por qué no… cosas peores se han visto) en La Flaqueza del Bolchevique. Estremecedores matices. El sabado lo volví a celebrar, pero esta vez el vino no hizo estragos en todos nosotros y pudimos salir al pub de enfrente después del intento fallido de ir a un sitio con clase y botella de champagne de 100 ebros. 

La semana siguiente fue la de la Cremaillère, operación que básicamente consiste en meter a todas las personas que puedas en tu apartamento y darles de beber. Es decir, es una fiesta grande grande de esas en las que sientes miedo por el que es tu habitat, donde a la mañana siguiente te encuentras chorretones violáceos en las paredes blancas y chocolate en los azulejos del aseo. Donde te roban la comida, viene la policia, donde pides perdón al abuelito chino de enfrente y le prometes que será la última fiesta. Sin embargo todo merece la pena por ver a James recitando poemas. Luego viene gente que está en la cumbre de Arts du Spectacle y que no te ha mirado en todo el curso a decirte que no veas lo que les gusta tu casa y no veas lo simpática que pareces. A mi los Amigos de Cinéma siguen sin gustarme, aunque ahora seamos nosotros los que estamos en la cumbre de las ventajas inmobiliarias. No me cambio de camisa tan rapidamente que no soy de la familia Machado. En fin, que a unas de las mejores fiestas a las que he asisitido en mi vida no fue sino la nuestra. Al final, cuando tan solo quedaban dos desconocidos atormentados bailando Pink Floyd mientras se tocaban la cabeza con aire ausente, PapaGeorgen, sosteniendo una botella de vino rosado practicamente vacía, nos miró desde las alturas y nos lanzó la pregunta más metafisica que me han hecho en semejante situación: «Chicas… qué habéis aprendido de esta noche?». Ejem. 

Y no veas el turismo que hice con Paula. Que me recorri Lyon enterito, acordándome de lo bonito que es y lo mucho que me gusta. Y la despedí contenta porque ella se fue contenta con mi barrio, las ruinas romanas, el cementerio, el granizo, sus babuchas naranjas, sus fotos, y nuestro viaje en el Carrusel de Julio Verne. A lo mejor luego la odié un poquito porque empalmó con Fallas. Pero solo un poquito.

Aqui debo anunciar que al fin tengo un pretendiente en plan formal, que me hace extraños diseños para mi cumpleaños y me echa de menos cuando me quedo en casa durmiendo. No te voy a decir que sea amor, en realidad no se lo que es, bueno algo relacionado con braguetas desesperadas (la suya)… por eso ya he decidido que hasta el matrimonio nada. El matrimonio con quién? Eso ya son especificidades que él no tiene por qué saber. Se llama Jazz, tiene 29 años, le gusta fingir que es proxeneta cuando en realidad es comercial, queda con chicas del chat del movil para ¿tomar un helado?, nos grita borracho dentro de los taxis cosas como «pedagogía» y dice cosas muy feas cuando ve que la noche se acaba y no ha ligado. No voy a reproducir las suciedades que salen de su boca porque soy una señorita y el mal gusto no es la tónica de este espacio. Por eso y porque me lo censuran. 

El chico es adorable, pero da miedo. Vean ustedes el tipo de individuos que me pretenden en santo matrimonio. 

Para otro dia dejo la Historia que me llevó a la tumba de la Princesa Grace y del Principe Rainiero (que en paz descansen) dentro de una furgoneta verde con dos alemanes locos, una Alicia hindú-canadiense y una narcoléptica de pelos rizados. Y luego yo.         

Estoy en la flor de la vida, la verdad. Como lo estaba Estefanía hasta que se torció.

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