HONG HA

He leido mi horoscopo en el periódico del metro y, cosa extraña, he conseguido entender todo lo que me decía. Y para rizar el rizo, eran todo cosas buenas. No voy a entrar a cuestionar la fiabilidad de los periódicos gratuitos, pero si por una cosa valen la pena es por sus horóscopos. Esta vez (como todas, por otra parte) no me lo he creido. Cierto es que mi natural tendencia hacia la negatividad me impide creer en (cito textualmente) todo lo bello que me rodea y en que mi salud que está mejor que nunca. Así que me he dejado de historias y he dirigido mi atencion hacia algo mucho más mundano… chicos, Paris Hilton tiene nuevo novio heredero, rico y griego.

Y me he dado cuenta de la cantidad de recuerdos que he acumulado desde que llegué. 

He pensado en todos los estadios por los que hemos pasado. Y no ha sido una recapitulación de despedida porque por ahora no pienso irme a ninguna parte, no tengo fechas ni billetes. Cosa que es un alivio. Porque si algo he aprendido a odiar desde que me vine son las fechas. Esas que ves que de aproximan desde lejos pero que nunca llegan (hasta que lo hacen claro). Bueno, en cierto modo sí me he despedido porque he sentido ciertas etapas como ya acabadas, como experiencias que quedan lejos. Porque me he parado a pensar todo lo que ha pasado, en qué punto vinimos. Y me he hecho una idea de en qué punto nos iremos. Un montón de imágenes me han pasado por delante, todas igual de intensas y todas igual de raras. Como si no hubiese sido yo.

Ahora me parece increible que llegásemos, que sobreviviésemos a las primeras semanas. El Bloque Soviético. Los mosquitos, los mermoziens, el taboulé, los primeros días de universidad, el primer encuentro con Hassan, Martin y MiBarrio, ESDES. Una vez en nuestro Dúplex todo se encadena, Georgen y el primer día en que nos decepcionó, Georgen sin pelo, Georgen y la la excursión, Georgen y… (basta, no monopolices cerdo), casa de Pierre, casa de Martin, las suecas, las primeras historias de amor bonitas, las feas también, esa primera cremaillère, Gloria y Maria, los excesos alimenticios, otro tipo de excesos, los mecs, el locutorio, Cluny, Chaplin, la madame, Santi y Lucia. Segunda etapa Hassan, la más dura de todas: rachazados por el mundo inmobiliario, deudas, desayunos en la Opera, gritos, mononucleosis, compañías de gas, Despedidas. Pero también lecturas satisfactorias, salidas, Simón. Por fin, la rue St Jean y todo lo bueno que nos trajo. Salud mental y física, conversaciones hasta la madrugada, darnos cuenta del tipo chungo que eres (si, te lo digo a tí Georgen), «equilibio», inactividad, best sellers, Paula, no presión, fiestas que se hacen solas, panaderias (y panaderas, sin menospreciar a las italianas). Bueno, y yo qué se que mas…

Supongo que son las personas las que hacen los sitios. Y ya hemos dicho adiós a unas cuantas. Pero Lyon sigue en su donde antes, preciosa, más viva que nunca (ya dije que esta ciudad es mujer). Por lo menos ella no se va a mover. Y entonces caminas y miras hacia arriba y te acuerdas de alguien. O cruzas un puente y te acuerdas de otro alguien. O te acuerdas porque quieres. Sin nostalgia, porque el tiempo pasa y hay que adaptarse. Cuando pensabas que algo estaba a punto de acabarse siempre llegaba cualquier cosa que te hacía ligeras las transiciones. Ahora no tengo esa sensación, pero de todas formas el tiempo sigue su curso y no voy a ser yo la que se quede parada. Quién sabe lo que puede pasar. Ya lo dije, me queda bastante margen de acción.

Es lo que tienen las fechas. Sabes que van a llegar, pero solo treinta minutos antes eres consciente de que todo se acaba. Treinta, no más. Y ya estoy siendo generosa, fíjate.

Hong Ha es el nombre del restaurante chino que está al lado de casa.

Es a lo que huele mi habitación cuando abro la ventana del balcón.

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