En esta vida hay mucha gente puerca porcina. Ahora me considero uno más entre ellos.
Ei, y que yo he sido grande, eh. Que hubo épocas en las que me encerraba en la biblioteca y no salía, eh. Atención, eh. A lo que me dedico ahora no tiene desperdicio. Me dedico a levantarme a las 12 del mediodia maldiciendo como si fuesesn las ocho. Me dedico ha hacer tres cuartos de hora en diversos transportes públicos para llegar a la uniersidad y no entrar a clase. Y me tumbo al sol a comer. Y me voy. Y llego a casa, porcineo, y me vuelvo a ir a Lug/Luc para que me miren mal como todas las semanas por no tener en mi haber un cofre lleno de películas para que ellos se revuelvan como puercos en una charca. ¿Y qué más? Pues vuelvo otra vez a casa y vuelvo a comer bellotas. Y veo dos capítulos de la telenovela esa de puercos y puercas.
Y vuelta a empezar.
¿Y qué ocurre con Nanouk el esquimal? ¿Es que él no tiene derecho a que le respeten como parte del temario que debería estar estudiando? ¿Y qué pasa Jose Luís Guerín? ¿No debería honrar su película viéndola entera? ¿Y no debería respetarme a mí misma y dejar de sentir que tiro por la borda todo una tradición académica respetable? ¿Por qué me autodestruyo y me revuelco en el fango?
Sin embargo ahora me encuentro encantada con el artista antes conocido como Georgen porque desde que vino de Córcega está de lo más amigable. Incluso pasamos los castings para ir de excursión con él, nos mezcla con sus amigos y nos hace la comida. Lo único que le duele es dejarnos sus cascos para hablar por el Skype que, por cierto, es la monda lironda. Es un personaje encantador que me llevará a Austria si no encuentro un trabajo de porcinadora en la costa. Total, qué más da hacer la puerca aquí o en Austria… Pero no nos engañemos, sigue siendo Georgen y, por lo tanto, no escapa tampoco a ser juzgado como gran figura de la neo-porcidaneidad.
Y mi habitación huele a restaurante chino más que nunca. Empieza a apestar un poco a Hong Ha. Hoy tenemos dos cumpleaños, el de Martin y el de Quentin. A uno le regalamos el Monopoly Lyon y al otro un CD de Ben Harper, un papagayo rosa que es un boli (es cierto… lo elegí yo, no hace falta que te arrodilles para darme las gracias) y unos calzoncillos azules con naranjas (¿qué pasa?¿que no lo pillas? tio, naranjas por Valencia… mira que eres corto).
Dios, qué peste a restaurante.
Un chico me ha dicho que idealice mi presente el año que viene. Y es un chico muy listo al que voy a hacer caso. Prometo dejar atrás mi etapa puerca-porcina que tantas alegrias me da/dió para empezar otra distinta en el que espero parecerme a un animal un poco menos sucio. Pero déjame que te lo cuente dentro de algunos meses porque ando un tanto perdida y no se si quiero dos patas, cuatro o ninguna.
Es como decidir ahora si quieres ser la femme fatale, el detective o el capo mafioso dentro de un film noir. Anda, eso depende de cómo vea yo el Código Hays cuando llegue. A todo esto… ¿cuando llegue cuándo? Tanta incerteza me mata.
Por ahora lo unico que sí es cierto es que como no resuma las hojas que me quedan y que me hablan desde el lado izquierdo de la mesa, voy a ir directa al matadero de cerdos.