IN-QUIETANTE

Había una vez dos chicas perdidas en una vieja cuidad francesa.

Esas chicas acabaron el peor examen de su vida después de haberse comportado como autenticas puercas durante dos semanas. Cuando alguien que está bueno como lo está Boukala, te pregunta qué famoso director sale en el bonus del dvd de Nanouk una no puede evitar plantearse el sentido mismo de las ediciones en dvd y pensar ¿eso es realmente importante? Habiendo contestado bien una media de tres preguntas sobre veinte, todo tercero de Artes del Espectáculo salió con una mezcla de estupor y risa floja. Nunca antes habían tenido tan poco que decir. Algunos entre nosotros, en particular Carcho Mayor, se cagó en los bonus, en los pescadores québecoises y en Jean Rouch y compañía… sabedor de que no dicen más que pamplinas. Y firmó el examen. Y firmó la hoja de asistencia… como Boris Karloff. Es lo más grande que se ha hecho nunca. Ojala todos hubiésemos firmado como Flaherty para luego especificar “atrévete a suspender al padre del documental”.

 

 Bien, pues a partir de este punto empezó una de las fases más felices de las últimas semanas. Las dos chicas perdidas se reencontraron a sí mismas y volvieron a levantarse a las tres de la tarde por haberse pasado la noche borrachas, leyendo una maravillosa novela rosa sobre MariaAntonieta o haciendo no-importa-qué. Volvieron a la dieta que les gusta, que es arroz chino+helado. Qué bonita es la vida cuando tienes cosas de verdad importantes por hacer. El fin de semana se presentó como el último de verdad con el Instituto Goethe, encabezado por Georgen quien, por cierto, está obsesionado con su alergia (a la que llama Rhuma) e intenta averiguar cuál de todos los arboles de esta ciudad es el causante de su Rhuma. Mientras bebian a la vera del rio acompañadas por el susodicho Instituto aleman, mientras robaban la musica electro que sonaba desde un concierto, mientras olia a carburante… la chica rubia pensó vaya, hay pocas cosas que sean tan gratis y tan agradables como estar aqui en este preciso momento. Y las niñas volvieron a ser jóvenes. Como dice la niña morena, como aquellas veces que se arrodillaban en puentes para dar gracias por todo lo que les esperaba. Pues en este caso les esperaban tres dias y no ocho meses. Son las cosas del paso del tiempo. 

Del electro desmedido a la plaza donde se come el arroz chino con helado. La noche y el dia se confunden en realidad.

Llega otra vez la oscuridad y las niñas se visten como cuando eran jóvenes. Y suben la montaña, hacia esos ladrillos que forman casas en las que ellas una vez quisieron habitar. Y otra vez el mismo pensamiento, la suerte que tuvieron al encontrar su reino encantado del 21 rue St. Jean. La fiesta tiene acento andaluz. Como en una pesadilla, vuelven caras que dejaron atrás allá por las épocas del Dúplex de Hassan. Las niñas no están muy acomodadas puesto que reciben miradas disuasorias que les dicen «puercas, qué habéis estado haciendo». Pufff si yo te contara Santi. Y ya ni me acordaba de lo mal que te caigo y de lo mal que me caes tu a mi. Un individuo tal tuvo la osadia de meterse con los zapatos de la niña rubia («oye, tu has visto los sapatos de la niña esta… son cuanto menos in-quietantes»).

Cerdo. A la ofendida nunca se le hubiese ocurrido criticar sus sapatos de Frankenstein, por eso espera un poco de respeto, aunque tengan puntos rojos. In-quietante.

Huyendo de la montaña, volvieron con el Instituto Goethe que nunca se aburre puesto que van siempre acompañados de un cargamento de galletas de chocolate las cuales, además de chocolate, llevan otro ingrediente maestro. Y como la noche se confunde con el dia, al salir a la calle ya había salido el sol. Y las niñas se acostaron pensando en que esa noche había sido una de las mejores desde que habitan en el reino encantado. Poco quedaba del esplendor con el que habían salido hacia la montaña, y es que la juventud les había durado no mucho. Ya no son tan lozanas como antaño y desde luego, son mucho menos inocentes. Algunas ganaron algun quilo, otras enfermedades… pero sobretodo han ganado la batalla y con nota. 

Este post pretendia mostrar lo bien que me lo pasé estos ultimos dias, una cosa ligerita y bien como de costumbre. Pero me ha salido nostálgico sin que fuese mi intención. A cada linea he ido perdiendo la fuerza de convicción con la que pretendía demostrar que recoger la ropa de invierno no me pone nerviosa. Que despedir a una persona a la que veré en una semana tampoco. Ni dejar un poco más vacia esta habitación. Empezar a hacer maletas aunque no sean las definitivas es una cosa que me da mal fario. Realmente me turba. Y volveré al reino encantado, pero no será por mucho tiempo más. Debo decidir cuáles de mis pertenencias me sirven para lo que me queda por delante, que tampoco se muy bien de qué se trata ni donde se va a desarrollar. Y suspendida en una nube como lo estoy desde hace tiempo regreso a intentar no volverme loca y a darles besos a las personas que me esperan, aunque sea un poco.   

Esto en realidad es un adiós. Si lo hago ahora no tendré que hacerlo luego. Qué sensacion de mierda, como siempre las cosas poco a poco… para sufrir más.

Voy a por mi maleta.      

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