CAPITÀ PLANETA

Merecidas o no, el caso es que gocé de unas largas vacaciones.

Largas en cuanto a duración ya que, pese a que no es precisamente largo el período de tiempo en cuestión, sí lo es con respecto a los demás mortales que también hacen cosas y tal. Es decir, la mayoría. Aunque son largas sobretodo porque yo ya estaba de vacaciones mucho antes de que llegase el uno de abril. Pero eran unas vacaciones que tenían que ver con mi estado vital… es decir, que básicamente hacía caso omiso a las cosas normales de la vida y me preocupaba por las que no lo son. Bueno, ni siquiera. Siempre y cuando sea posible definir cuáles son “las cosas normales de esta vida” la frase que acabas de leer tendrá algún sentido. Supongo que me refiero a ir a clase y cumplir con obligaciones varias. Pero es que creo que tanta burocracia internacional y tanto francés enrobinado hicieron un efecto taladro en mi cerebro y llegó un momento en el que ya no era capaz de carburar. Y con lo de “francés enrobinado” no quiero decir que haya estado toma que toma con ningún espécimen francófono. No hombre, eso no.

De naturaleza pesimista, pero optimista cuando menos te lo esperas, una (que soy yo) puso esperanzas en un plan de saneamiento general que se frustró no por falta de buena voluntad (de yo). Así que supongo (y ten en cuenta que me paso la vida suponiendo y no afirmando) que más que optimismo fue una cuestión de ingenuidad.

Pero por si algo han valido la pena estos días ociosos es por ver a mi madre sucumbir: he conseguido que de su boca salga la palabra “chochito”. Cuando ella sigue utilizando la “vagina” de toda la vida (que, por cierto, el Word no me da por válida).

El hombre alemán pelirrojo del aeropuerto de Frankfurt (qué te parece, un alemán en su país) posó su mirada sobre cada uno de nosotros. Luego preguntó si éramos todos españoles. Al responderle que, efectivamente, lo éramos, exclamó que no parecíamos todos del mismo país, que nos encontraba muy diferentes. Lo que no sabía ese hombre es que estaba dando en el clavo, lo que no sabía es que desde hacía millones de años (esto vienen a ser unos cuatro o cinco… y dale con la hipérbole) no compartíamos nuestro tiempo de verdad. Todos juntos. Y con nuestro tiempo me refiero a lo que más se acerca a la denominación de Tiempo. Esto es, una consecución de ratos muertos y de ratitos ociosos, de noches ebrias y de días sobrios… pero todos encadenados y de seguido. Lo que sigue sin saber, Señor Alemán Pelirrojo del Aeropuerto de Frankfurt, es que las cuatro personas que tomaban un avión con destino a Cracovia para reunirse con la quinta persona en cuestión, no solo eran de desigual tamaño, con peinados disparejos, estilos discordantes o tonos de piel matizados. Eran cinco personas que han elegido cinco caminos distintos en la vida y que toman decisiones que no se parecen. Tienen intereses distintos y de manera distinta llevan sus vidas. Las cosas les afectan de manera distinta y distintas son sus familias o sus planes de futuro. Distintos, y mucho, son ahora en relación a como eran antes. Todo, todo es distinto. Así que, Señor Alemán Pelirrojo del Aeropuerto de Frankfurt, lo único que nos asemeja es el umbral generacional.

Y puede que lo único que nos haya hecho coger ese avión juntos sean más de quince años de experiencias comunes. Eso y el compartir un fuerte sentimiento hedonista que es el rasgo propio de esta, nuestra denostada generación. No es poco, Señor Alemán Pelirrojo del Aeropuerto de Frankfurt, es mucho más de lo que cabría esperar. Que mire que han pasado años y cosas por en medio y hemos sido capaces de sobrevivir a la posibilidad de no ser más que unos conocidos corteses.  

Aprender historia es importante. Tanto, que te permite conocer causas y consecuencias del mundo en el que te mueves ahora. Ayuda a comprender. Sin antecedentes no hay presente. Sin guerras no hay Estados, sin revolución no hay cambios. Sin libros no hay nada. Eso es una máxima aceptada por casi todos. Nos falta aceptar que conocer a quienes han formado parte prolongada de tu vida te ayuda a saber con qué tipo de persona estás tratando cuando te miras al espejo por las mañanas. En definitiva, te ayuda a saber, no Quién, sino Por Qué eres. Y la única forma de conocer a esas personas es Ahora. No hay un libro que te lo explique, no hay una wikipedia de las relaciones humanas. Solo tienes el momento presente y si no lo aprovechas puedes andar perdido cuando podrías estar en el punto idóneo. No sé muy bien qué es lo que significa conocer, no se conoce de la misma forma a todo el mundo. A veces intuyes cosas que no dices, a veces te explican algo y no te convence y a veces no te das cuenta pero lo sabes. Lo que sí es seguro es que el modo de conocer a los demás tiene mucho que ver con cómo eres.

Para quien quiera visitar Pololonia, que sepa que es un país anclado en los 90. Y todo cuesta dos euros. Es como el Corte Inglés sin escaleras, que decía la gitana del mercado de al lado de mi casa.

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