LA MUERTE DEL ANDRÓGINO

Y el andrógino salto desde lo alto de una torre. Por fin.

En el momento en que se lanzó me tapé la cara por vergüenza. No, por vergüenza no, por pudor. Mientras caía, mientras iba escupiendo las palabras a trompicones, el globo se fue desinflando. Con lo que cuesta cerrar una herida… que agradable es abrirla en ocasiones. Cuando está a punto de suturar la levantas un poco y ves que lo que antes estaba en carne viva ahora tiene un color violáceo, que es el color de la cicatriz.

Por mi natural tono de piel, cada vez que me hago una herida de esas en las que sale sangre, se me queda una marca que tarda millones de años en desaparecer. Por un lado admiro a la gente que no tiene marcas en la piel, pero por otro me gustan mis cicatrices, me parecen curiosas. Y sobretodo, me gustan porque son mías. Tengo una en la rodilla que me recuerda a mi infancia, es de esas heridas inocentes que te haces jugando en el recreo. No se me ha ido, se mantiene en mi rodilla, ajena al paso de los años. Hay otra, mucho más grande, en mi pierna izquierda. Esa me pilló mucho más crecidita y casi hecha una mujer. La herida me cruzó la pierna y la cicatriz fue totalmente visible. Me la acabo de mirar y ya apenas se nota, ha desaparecido progresivamente. Aunque la sombra estará siempre y yo sabré que está ahí. A veces pienso que fue una llamada de alerta para que estuvieses atenta a todo lo que iba a pasar. Sin embargo no hice caso a la señal, si es que lo fue, y me centré en la carnicería que llevaba a cuestas. A veces, si me aprieto, todavía noto un dolor lejano.

Pero sin duda, la cicatriz más controvertida es la que tengo en el codo, la que parece un tapón. La historia se remonta a hace casi un año, cuando en una de mis sesiones de depilación caí rodando por las escaleras. Fue absurdo y divertido, como muchas cosas hace un año. Esa ni la veo (es una razón de emplazamiento, normalmente no me miro el codo), aunque algunas veces hay quien me pregunta por su historia, quien le hace fotos o quien se ríe de ella. Es mi herida más pública.

Se ve que mi piel no conoce a fondo la palabra regeneración. O que tiene una buena memoria.

Veintiún años y tres cicatrices visibles. Pffff… ¿solo?

Hoy he visto Melinda&Melinda. Casi siempre que te caes te sientes tonta. Cuando dejé que la Muerte del Andrógino se produjese, me sentí tonta también. Me pareció una peli mala. Puedo hacer un drama de la vida. O puedo hacer una comedia. Aunque los géneros ya no existen. Si solo ves lo dramático de la vida, eres un miserable. Y si solo ves lo que te hace reír, lo eres también.

De lo que se trata, y lo más importante, es de ser dos veces miserable.

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