A la única conclusión a la que llego es a que necesito un reproductor mp3 o equivalente.
El sábado pasado fui con mi santa madre y mi prima a un sitio donde pagas una entrada muy muy cara y ves peces, leones de mar, ballenas que parecen de plástico y delfines. En concreto vi un espectáculo maravillosisimo de delfines que se movían todos iguales mientras madonna y su hung up sonaba de fondo. En serio, era un espectáculo rítmico digno de ver… mucha gente estaba allí, acompañados de patatas fritas y coca cola (los más osados de un cubata) disfrutando de las acrobacias acuáticas que tan graciosamente llevaban a cabo los animalillos estos. De repente dejo de fijarme en las colas de los delfines para ladear ligeramente la cabeza y mirar como quien no quiere la cosa a la animadora que tan eufóricamente nos anima (es lo que tiene una animadora, se gana su sueldo) haciendo palmas entre pirueta y pirueta con los delfines. Anda, pero que resulta que ella es él… como me deja entrever ese ceñido traje de neopreno.
A la única conclusión a la que llego es que a mi me gustan más los de mi especie, aunque no hagan piruetas. O sí.
Me resulta hasta gracioso encontrarme comentando en comunidad cosas que antes hubiesen sido “secretos” de “te acompaño al baño”. A personas que no esperaba en situaciones que no esperaba. Y esto porque todo ha dejado de tener importancia, las cosas que pasan ahora ya no tienen importancia. Que alguien me pregunte si lubrico me parece bonito porque ya se ha llegado a un statu quo donde mi vida ya no es mi vida sino que es la de todos un poco. Y la de los demás me pertenece también en su justa medida. Hasta donde ellos quieran… y hasta donde yo me deje.
A la única conclusión a la que llego es que, normalmente, siempre quiero algo más. Algo que no tengo. Por eso me siento rara en ocasiones y por las noches pienso en las consecuencias mortales de dormir con tapones. Porque ahora no quiero más que lo que tengo. En un futuro probablemente no será así, pero si hablo de mi presente solo puedo decir que no espero nada. Y eso, créanme, me hace mucho bien.
A mi dame un maravilloso viaje a Londres, un libro medianamente interesante, unas cuantas películas de la Nouvelle Vague, camisetas de grupos de música, mandarinas, una bufanda, unas visitas, unas fiestas, una botella de Larios y soy medianamente feliz. O por lo menos estoy tranquila.
Ah, y luego estáis vosotros. Que me olvidaba!
P.D. A quien me acusó de poco ambiciosa… al final llevé más de un profiláctico.