CROMOSOMA 3

Hace como doscientos mil años y un día que no me pasaba por aquí. Puede que lo más correcto fuese continuar con la historia seudoporno (o seudonada), pero el problema es que mi inspiración bebe directamente de mi exotismo. Y mi exotismo depende, a su vez, de mis ciclos menstruales. Y ya he tenido como tres embarazos. Ahora paso por una de mis fases de embarazada, en las el niño se autogenera en mi vientre, provocando que las reglas no vengan. Muchas veces he repetido que llevo el anticristo metido en el útero. Está ahí, bien instalado, pensando profecías apocalípticas para dentro de nada. Por su culpa a veces debo pegarme golpes en el vientre, a ver si muere y las profecías no se cumplen. Aborto criminal.

Desde que no escribo han pasado varias cosas. Pero no me acuerdo. De lo que sí me acuerdo es de mi fase “viva la hispanidad”, en la que comí jamón serrano y me encontré con Almodóvar aquí en Montréal (eso pasó en mi cabeza, pero me da igual). La cuestión es que he descubierto que el profesor de cine chino… espera, un momento.

Dios bendiga el cine chino.

Pues lo que decía. Mi profesor de cine chino (cine chino, cine chino, cine chino) estuvo de intercambio en Granada. Así que, además de hablar chino (chino, chino, chino) habla castellano. Voy a tratar de no escribir más la palabra chino en lo que queda, vale?. También he descubierto que en la universidad venden libros de Mario Vargas Llosa, pero como mi madre me ha prohibido leer a Vargas Llosa desde que tengo uno de razón, esos libros no sirven de mucho.

Creo que mi fase “viva la hispanidad” fue una especie de mecanismo patriótico forjado a partir de la desidia. No voté. Lo intenté tres veces, pero no me salió bien. La primera vez que fui a la embajada un tipo bajito y rechoncho, con acento murciano, me echó; la segunda había tormenta de nieve y no llegué a tiempo. A la tercera sí llegué, pero con 12 horas de retraso. Ya no se podía votar. Este es un hecho que he ocultado a todo el mundo porque me daba vergüenza. Ahora, puedo reconocerlo y levantar la cabeza.

Porque ya me estaba empezando a sentir culpable. Mi cabeza vaticinaba la llegada de un poder absolutista, las manos del Opus Dei controlaban el país, una nueva época de oscurantismo se cernía sobre mi conciencia. Por suerte todo quedó en cábalas. No es que vivamos una nueva Edad de Oro, pero mis fantasías demoníacas han cesado. Luego me enteré de que Rajoy ganó un escaño gracias al voto en el extranjero. Mea culpa. Ese escaño soy yo.

Cumplí un año más. Y lo hice como siempre, en realidad soy una sentimental. En esa época también estaba embarazada, embarazada en Nueva York. Como es tradición, me compré un vestido que no me probé (la tradición es lo de comprar, no lo otro). El vestido de mis 23 años me hace unas tetas descomunales, como percibí en las fotos de después. Cuando pasé de 22 a 23 fue un domingo noche en un bar vacío de Harlem. No, no es guay, es triste. Respecto a lo de llorar, que es otra de las cosas que siempre hago en mi cumpleaños (pero que puede extrapolarse a las bodas y demás celebraciones del amor), tuvo que ser delante de un pedazo de cemento de la zona cero. Chico no sé, el cemento armado tocó mi fibra sensible o vete tú a saber.

Por lo demás, hoy se me salen los higadillos por la boca debido a mis intentos abortivos, con el método “ahoga al niño en alcohol”. Anoche alguien quería saber cómo se decía polla gorda en francés. Y vinieron a preguntármelo a mí. Eso me hace pensar, ¿por qué extraña razón nadie en esa fiesta, que no fuese francófono, sabía traducir eso? ¿Acaso estamos todos locos? ¿Por qué mi cuerpo se autoembaraza? Tanto libro y tanta cultura nos vuelve a todos merilotas.

La conclusión que se puede extraer de todo lo dicho anteriormente es que, si ahora mismo tuviese hijos, los estrangularía.

Mujeres del mundo, no os embaracéis.

Cromosoma 3. David Cronenberg. 1979.

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