Cosas que están pasando

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Room by the sea. Edward Hopper. 1951

Tuve un blog antes de que se pusiese de moda Facebook. De hecho, lo tuve mucho antes. Antes incluso de Fotolog, y de WordPress. Los blogs eran plantillas donde podías colorear, escribir y subir fotos. Cuando la vida era mucho menos complicada. De lo que se trataba era de escribir tu horrible, frustrante o aburrida vida con un halo de imaginación. Con ese nosequé que le imprimía cierta dignidad a lo que era, ni más ni menos, que una vida más de las muchas que pueblan este planeta.

Pero los blogs personales se pasaron de moda. Así, en un par de años. Llegaron los moderneos, los postureos, los amigos por decenas, los twits, los selfies. Y todo se fue al garete. No quiero extenderme en mis quejas, porque todas estas aplicaciones que han ido surgiendo a lo largo de los últimos diez o quince años son solo una prolongación de lo que era un blog en su tiempo: ego, ego y más ego. Ahora ya no basta darle un toque de pimienta a tu vida para que parezca menos triste. Tienes que estar buena, poner morros en las fotos cual morcilla en ventosa y, si se te ocurre escribir, ser experta en algo. El blog era cursi por definición, y lo cursi ya no gusta. Adiós a aquellos largos post nostálgicos por TODO. Adiós a las románticas que creíamos que nuestra vida podía interesar a alguien más que a nosotras mismas. Adiós a nuestro ego de algodón de azúcar.

Los blogs son ahora un contenedor de los pecados del ahora: buen diseño, palabras clave, enlaces, likes, comentarios y muchos, muchos conocimientos específicos sobre algo en concreto. No puedo explicar que anoche me quedé viendo una peli de Antena 3 mientras comía helado aunque lo revista con toda la ironía de la que me ha dotado la sociedad heteropatriarcal. ¿Nadie entiende la sátira? ¿No os hace gracia? Pues vale. Me retiro.

No, espera. Que no me retiro.

Si cuento por qué me he decidido a comenzar este blog puedo ser el hazmerreir de todos. Eso sí, de todos los que me encuentren en las profundidades de ese océano llamado Google y que, después de hacerlo, quieran leer esta parrafada.

Lo hago porque he estado leyendo un libro. Leo mucho, últimamente, porque me he comprado un Ebook. Y el Ebook me permite descargar libros que nunca en mi sano juicio compraría. O si lo hago, nunca los pondría en las estanterías del salón. En el salón se colocan los Susan Sontag, los Ian McEwan, los Jonathan Fonzen, los Breat Easton Ells. Si acaso algún Murakami. Los thrillers mujer blanca soltera busca se dejan escondidos… o en el Ebook. El folletín en cuestión trata sobre una mujer desaparecida y, probablemente, asesinada. Evidentemente, las culpas recaen sobre su inmaduro, infiel y taciturno marido. Ella es una chica rica, guapa, con estilo, sexy, abnegada y totalmente enamorada de su marido. Lo sabemos porque leemos su diario. Al final (ojo, spoiler) deja de fingir que es todo eso dicho anteriormente y gracias a su diario nos enteramos de que en realidad es una perra desequilibrada que finge su muerte para incriminar a su marido y así poder vengarse de todos estos años de esclavitud de género. Él, tan chico; ella, tan chica. Hombres emocionalmente sordomudos y mujeres enajenadamente calculadoras. Lucha de clichés. Guerra de sexos. Alta cultura.

Pues sí, la tal Amy, que es como se llama la protagonista en cuestión, está para que la aten, pero escribe un diario de manera calculada para que su vida parezca lo que no es. Para que un día, bien urgido su plan, bien ejecutado, la policía pueda encontrar su diario y corrobore la teoría del marido asesino. La teoría conspiranoica desarrollada en el libro me ha causado unos días de sueños agitados repletos de bebés que dan miedo.

Soy más vieja que cuando empecé a escribir en la red, sin embargo soy mucho más joven que la mayoría. En aquel entonces la ortografía me importaba poco o nada, pero releyendo lo escrito me doy cuenta de que había más retazos de realidad entre mis líneas naifs de lo que nunca me atreví a reconocer.

Soy joven, me siento vieja, no he encontrado la manera de migrar mi antiguo y rudimentario blog 20six a esta nueva y refinada máquina con widgets llamada WordPress. He copiado y pegado… como lo oyes. Y me siento vieja, no por la brecha tecnológica con la que de repente me encuentro después de dos años en el paro muy poco aprovechados. Me siento vieja porque he perdido una parte de mi misma muy importante.

He (había) perdido mi voz. Mi particular manera de relatar el mundo, de tamizarlo gracias a las teclas de un ordenador manchado de café y lleno de polvo. No era una visión mejor que otras muchas, no me considero más especial que nadie (quizás hubo un día en que sí lo creí), pero debería al menos considerarme especial para mí misma. Retomo un blog años después, desde donde lo dejé. Sin seguidores, sin decírselo a nadie, sin más pretensiones que alimentar mi espíritu para poder vaciarlo después.

Solo para mí y para quien, por azar, me quiera leer.

Bienvenida de nuevo. Bienvenid@s todos.

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