NOS PLUS BELLES ANNÉES

Cuando pienso en escribir lo que he hecho últimamente me doy cuenta de que tampoco tiene tanta importancia. He hecho muchas cosas, quizás más que nunca. Pero no tienen importancia por sí solas. Las cosas que hago las hago porque hay quien las hace conmigo. Si no, no las hago.

Ni siquiera escribo en mi diario rosa porque ya no soy desgraciada.

Intuyo que siento cosas pero no las identifico, me dedico a neutralizar mi cuerpo y mi mente. Voy de un lado para otro, pero no pienso en que voy a echar de menos esto o esto otro. Me despido de gente en kebaps de mierda con la boca llena de salsa. O en el aseo de mi casa. Hace un tiempo (mucho tiempo) me regodeaba en la melancolía. Y es que creo que hasta me gustaba. Pero claro, tuve mi despedida traumática en aquel aeropuerto y ya comprendí, al fin, que lo que se hace con los adioses es alargar el tiempo para poder decir absurdidades que, o bien las has demostrado cuando tuviste tiempo, o caen en saco roto. O para dar esos abrazos que antes no te atrevías a dar pero que ahoras crees justificados.

Me declaro oficialmente apocalíptica, en unos sentidos y en otros.

Fluctúo, voy como flotando de un lado a otro. De repente me dan ataques de miedo y a los pocos minutos vuelvo a mi estado natural, que tiene de todo menos naturalidad. En realidad creo que Esto me está afectando, me vienen cosas a la mente, se van… Todo dentro de los límites de la normalidad, no me dedico al sensacionalismo gratuito ni comercio mi vida privada con las otras vidas privadas que me acompañan. Pero tampoco me apetece comerciar con mi vida aquí, extraño. No me apetece cosa alguna, sinceramente. Solo hacer topless mientras leo un libro sobre niños que viven entre la podredumbre.

Cuando me encuentre sola y triste, pasando frío, con exigencias académicas de las de verdad y sin nadie que caliente mi camisón (por dios, no) siempre podré echar la vista atrás y pensar que un día vi borracho al hombre que nunca se pone borracho. Que me dijo que yo sería una sombra que vagaría por la facultad, por las aulas, por la cafetería. Que alabó lo bien repartidos que tengo mis quilos exportados de Francia, concentrados estratégicamente en puntos clave de mi anatomía. Luego ya pasamos a hablar de penes arrugados, que también tienen su ternura particular.

Y yo que empecé esto con voluntad catártica…pero hijo, que no hay manera. Lo intento, pero no sale nada bonito ni nada conmovedor. Por eso hoy no he sido capaz de regodearme como es debido en esa escena de playa digna de ser enmarcada (pese a que me escociesen los ojos por el humo y pese a esto y pese a lo otro). Por eso he empezado a hablar de cosas que, bien mirado, tampoco tenían su importancia vital en ese momento.

Hace un rato tuve miedo de algo, pero se me pasó. Así que aquí estoy, intentando que salga algo bonito que me haga quedar bien. Que frustración. Luego pasa lo que pasa, que lloro en las bodas. Bueno, en las bodas me emborracho y lloro a la mañana siguiente por generación espontánea.

Si tuviese superpoderes ahora mismo los utilizaría egoístamente para provocar una elipsis espacio-temporal y dejar de gastar mi tiempo soltando chorradas como esta. Aunque al menos he dicho algo, que es mejor que guardar silencio.

 

 

 

P.D. Quiero ser una calcamonía de esas que salían en los bollicaos de cuando éramos pequeños y dejarme ya de tanta tontería. Porque mira que tengo tontería en el cuerpo.

EL ÚLTIMO COUPLÉ

Hoy he hecho un examen de francés. Pero parecía más bien un examen de conciencia. La primera de las dos preguntas ha consistido en una redacción sobre lo que para mí es la felicidad. La segunda, otra redacción cuya premisa era si creo en la suerte. Y he escrito algo que sería merecedor de ser publicado en la revista Despertad!, esa que reparte gente feliz los viernes por la tarde. Que es el día de predicar a Jehová, como todo el mundo sabe.

(… por cierto, quiero hacer un inciso y denunciar ante todos que en mi Word la palabra mahoma no sufre ningún cambio cuando la escribes mientras que la palabra Jehová se pone en mayúscula automáticamente. Por otro lado la palabra pene queda intacta… y la palabra vagina no es aceptada como correcta. Creo que Microsoft es cómplice de una conspiración judeo-masónica)

He escrito cosas que supongo que en el fondo pienso pero que escritas (y en francés, el idioma de la gena) son como un gran bollo de fresa y nata con guindas de cereza. Según mi examen, la felicidad es una imposición social que nos obliga a ser seres casi perfectos en busca de las necesidades que nos crean los demás. Y como nunca conseguimos esa perfección nunca somos felices. La perfección a la que la mayoría aspira, siempre según mi redacción, pasa por ganar dinero, ser guapo, estar enamorado, tener una casa donde vivir y un trabajo que nos realice. Ahí es nada. Como pueden ver, la patochada más grande nunca escrita… ah no, que no se ha acabado. Me falta la conclusión. También he dicho que la forma más bonita y auténtica de felicidad es la que no responde a razones. La que no te explicas, la que no puedes relacionar a nada. Luego está lo de la suerte. Le he explicado a la profesora que normalmente tengo suerte, porque mira chica, no sé dónde voy a estar mañana ni a quién me voy a encontrar. No le he dicho que quizás eso haga que no sepa quién soy, aunque también es divertido. Quizás es profundizar demasiado y mi dominio de la lengua, acompañado de un límite de 150 palabras no da para más. Luego me he preguntado qué estaba pasando. Pero me he puesto la música y he decidido olvidar.

La semana pasada el señor que nos atendía en el Corte Inglés buscaba Freaks como un loco. Ya no le importaba que nos quisiésemos pirar, era una cuestión de honor. Él conocía la película, es más, la había visto y juró que la encontraría. Lo hizo, de hecho. Mientras (o antes, ya no me acuerdo) mirábamos un libro de horóscopos. Según lo que pude leer, los nacidos el mismo día que yo se dedicarán a ser pinchadiscos en la radio o guionistas. La verdad, querría ser las dos cosas. Aunque también es cierto que en ese momento di las gracias por no haber nacido otro día. Imagina, hay gente que conozco que será desactivadora de bombas en Camboya. O por ahí. Donde quería ir a parar (creo) es a un pequeño libro de gatitos, en el cual pude ver, de repente, al gatito mejor del mundo, uno chiquitito entre geranios. Lo que se dice una horterada. Pero es que me entró una ternura tal que al segundo “aiiiiii, q mono” mis acompañantes no sabían si me reía de ellos o si tenían que asustarse. De nuevo, esa pregunta que me retumba en la cabeza… ¿qué está pasando? Un eco lejano. Ninguna respuesta.

Quise echarle la culpa al subidón de hormonas. En el caso en que sea eso, es siempre mejor que una enfermedad congénita. De alguna manera debo explicar las razones que hicieron que me levantase el sábado por la mañana, después de la gran boda, con unas ganas de llorar que no refrené. Es que mirase a quien mirase me daba pena. Pero pena penita pena. Cosa que conllevó las lágrimas más grandes que mis ojos han expulsado desde hace mucho. 

Con la pena pasa lo mismo que he dicho antes sobre la felicidad. La más auténtica y la más bonita es la que no es culpa de nadie ni responde a nada en particular. Esa es la pena metafísica, la mejor de las penas. Porque es la que más tiene que ver contigo y la que menos con los demás. Nadie la entiende y a nadie puedes explicársela. Por eso mismo te permites sacarla al exterior. Si hubiese una forma primigenia de tristeza, sería ésta. Si el primer hombre o mujer de la tierra lloró alguna vez, sería de esta manera y no por el ataque de un mamut.

Siempre según mi redacción de francés. Y según mi particular visión de la evolución humana. Donde los primeros hombres y mujeres convivían con los mamuts.

 

Inciso. Estoy de un moralista últimamente que no hay quien me aguante.

CAPITÀ PLANETA

Merecidas o no, el caso es que gocé de unas largas vacaciones.

Largas en cuanto a duración ya que, pese a que no es precisamente largo el período de tiempo en cuestión, sí lo es con respecto a los demás mortales que también hacen cosas y tal. Es decir, la mayoría. Aunque son largas sobretodo porque yo ya estaba de vacaciones mucho antes de que llegase el uno de abril. Pero eran unas vacaciones que tenían que ver con mi estado vital… es decir, que básicamente hacía caso omiso a las cosas normales de la vida y me preocupaba por las que no lo son. Bueno, ni siquiera. Siempre y cuando sea posible definir cuáles son “las cosas normales de esta vida” la frase que acabas de leer tendrá algún sentido. Supongo que me refiero a ir a clase y cumplir con obligaciones varias. Pero es que creo que tanta burocracia internacional y tanto francés enrobinado hicieron un efecto taladro en mi cerebro y llegó un momento en el que ya no era capaz de carburar. Y con lo de “francés enrobinado” no quiero decir que haya estado toma que toma con ningún espécimen francófono. No hombre, eso no.

De naturaleza pesimista, pero optimista cuando menos te lo esperas, una (que soy yo) puso esperanzas en un plan de saneamiento general que se frustró no por falta de buena voluntad (de yo). Así que supongo (y ten en cuenta que me paso la vida suponiendo y no afirmando) que más que optimismo fue una cuestión de ingenuidad.

Pero por si algo han valido la pena estos días ociosos es por ver a mi madre sucumbir: he conseguido que de su boca salga la palabra “chochito”. Cuando ella sigue utilizando la “vagina” de toda la vida (que, por cierto, el Word no me da por válida).

El hombre alemán pelirrojo del aeropuerto de Frankfurt (qué te parece, un alemán en su país) posó su mirada sobre cada uno de nosotros. Luego preguntó si éramos todos españoles. Al responderle que, efectivamente, lo éramos, exclamó que no parecíamos todos del mismo país, que nos encontraba muy diferentes. Lo que no sabía ese hombre es que estaba dando en el clavo, lo que no sabía es que desde hacía millones de años (esto vienen a ser unos cuatro o cinco… y dale con la hipérbole) no compartíamos nuestro tiempo de verdad. Todos juntos. Y con nuestro tiempo me refiero a lo que más se acerca a la denominación de Tiempo. Esto es, una consecución de ratos muertos y de ratitos ociosos, de noches ebrias y de días sobrios… pero todos encadenados y de seguido. Lo que sigue sin saber, Señor Alemán Pelirrojo del Aeropuerto de Frankfurt, es que las cuatro personas que tomaban un avión con destino a Cracovia para reunirse con la quinta persona en cuestión, no solo eran de desigual tamaño, con peinados disparejos, estilos discordantes o tonos de piel matizados. Eran cinco personas que han elegido cinco caminos distintos en la vida y que toman decisiones que no se parecen. Tienen intereses distintos y de manera distinta llevan sus vidas. Las cosas les afectan de manera distinta y distintas son sus familias o sus planes de futuro. Distintos, y mucho, son ahora en relación a como eran antes. Todo, todo es distinto. Así que, Señor Alemán Pelirrojo del Aeropuerto de Frankfurt, lo único que nos asemeja es el umbral generacional.

Y puede que lo único que nos haya hecho coger ese avión juntos sean más de quince años de experiencias comunes. Eso y el compartir un fuerte sentimiento hedonista que es el rasgo propio de esta, nuestra denostada generación. No es poco, Señor Alemán Pelirrojo del Aeropuerto de Frankfurt, es mucho más de lo que cabría esperar. Que mire que han pasado años y cosas por en medio y hemos sido capaces de sobrevivir a la posibilidad de no ser más que unos conocidos corteses.  

Aprender historia es importante. Tanto, que te permite conocer causas y consecuencias del mundo en el que te mueves ahora. Ayuda a comprender. Sin antecedentes no hay presente. Sin guerras no hay Estados, sin revolución no hay cambios. Sin libros no hay nada. Eso es una máxima aceptada por casi todos. Nos falta aceptar que conocer a quienes han formado parte prolongada de tu vida te ayuda a saber con qué tipo de persona estás tratando cuando te miras al espejo por las mañanas. En definitiva, te ayuda a saber, no Quién, sino Por Qué eres. Y la única forma de conocer a esas personas es Ahora. No hay un libro que te lo explique, no hay una wikipedia de las relaciones humanas. Solo tienes el momento presente y si no lo aprovechas puedes andar perdido cuando podrías estar en el punto idóneo. No sé muy bien qué es lo que significa conocer, no se conoce de la misma forma a todo el mundo. A veces intuyes cosas que no dices, a veces te explican algo y no te convence y a veces no te das cuenta pero lo sabes. Lo que sí es seguro es que el modo de conocer a los demás tiene mucho que ver con cómo eres.

Para quien quiera visitar Pololonia, que sepa que es un país anclado en los 90. Y todo cuesta dos euros. Es como el Corte Inglés sin escaleras, que decía la gitana del mercado de al lado de mi casa.

INTELIGENCIA ARTIFICIAL

 Creo que estoy demasiado cansada en este momento. Y, aparte de tener las ojeras más grandes de mi historia personal, la verdad es que no se si me estoy cansando por algún motivo bueno de verdad. Hablo de cansancio físico esta vez, mental si quieres, pero no de cansancio espiritual. Cosa que, por otra parte, está muy bien, así vamos variando. 

Estoy pensando que si al final todo esto sale bien me voy a subir a ese avión, voy a volar 14 horas, voy a recuperarme del jet lag, voy a buscar esa universidad y les voy a vomitar en medio de la facultad de comunicación. Pero así, en sus narices. Mira, que he pensado que te VOMITO. Ahora, puedes mandarme de vuelta a mi casa, todo esto lo he hecho para poder ver tu cara mientras te VOMITO. 

Y anchas castilla. 

Si dejamos de lado mis problemas de índole burocrática/nuevas tecnologías lo más que puedo decir es nada. Los 22 años me sentaron como le va a sentar a mi ordenador que le formateen si no encuentr los dichosos drivers. O como a mi MP3 ahora que le he limpiado el disco duro de manera forzosa después de que el ordenador de la facultad me lo haya intentado destruir. O como le sienta a mi despensa unos cuantos días de fiesta con el Mercadona cerrado. O como me voy a sentir yo cuando vomite al otro lado del atlántico (si alguna vez llego). Es decir, vaciada.

Pero no vaciada en el sentido de vacuidad. No en el sentido de estar vacía. No. Vamos, que me han quitado los virus y me han formateado. Entre mi cumpleaños de verdad y mi segundo cumpleaños me pasó una cosa muy curiosa. Todo lo que había estado intentando durante tanto tiempo pasó de repente sin que me diese cuenta. Ya estaba. Era como si los 22 me diesen licencia para poder dejar de vomitar sobre determinadas cosas. Ya no vomito a personas, ni a mí… solo a determinados paises. Que me estoy volviendo buena de repente. Más o menos.

Los 21 fueron muy emocionantes. Aunque no solo eso. Y si ahora leo el post que escribí hace más de un año, el dia de mi cumpleaños, en la sala de informática de aquella ciudad francesa, constato lo duros que fueron. Que han sido. Muy intensos y necesarios, y muy confusos también. Comparando las dos fechas, la de ahora y la de hace un año, creo que la situación dice bastante de lo que me espera. Donde estoy ahora no tiene nada que ver con donde estaba antes, y no solo por razones geográficas. De hecho, la geografía no tiene nada que ver. Y la serenidad que ahora tengo me la he ganado a pulso, así que espero que no se diluya cuando pote dentro de unos meses. Y repito, si llego a potar algún día. Y cuando hablo de cosas soeces como vómitos en realidad me refiero a todo un entramado de planes de futuro que no dependen de mí, por el momento. 

Los acontecimientos intentan amenazar mi casi recién adquirida tranquilidad. Y es que claro, un día estás aquí y otro puedes estar allí. Un día haces planes y al otro los deshaces. O un día, pensando que ya estás allí te dicen que vuelves a estar aquí. Yo por ahora sigo aquí… hasta que se demuestre lo contrario. Por eso me parece extraño cansarme por estar intentar estar en un sitio que no es este. 

Creo que me voy a ir a dormir.   

CELEBRACIÓN

Argentina es un país cuya extensión es cuatro veces la de España y su población es de 40 millones de habitantes. Once millones se encuentran concentrados en Buenos Aires. Con lo cual se trata de un territorio que está prácticamente vacío. Con el fin de solventar este problema demográfico el señor Primer Damo y yo, la Presidenta, organizaremos unas jornadas de repoblación de la Pampa. Pensamos reproducirnos sin parar y establecer allí nuestra pequeña república independiente, cuya constitución será elaborada por la Presidenta y asumida ciegamente por su consorte.

Sólo estarán admitidas, en esta primera fase de repoblación de la Pampa, aquellas personas que tengan facilidad para tirarse a todo el mundo. No queremos excluir a nadie, pero la ley de la procreación manda. Es darwinismo puro y duro, nosotros estamos en contra del creacionismo… aquí al pan, pan. Y al vino, ginebra.

En este mundo multicolor que imagino habría ciertas cosas establecidas como prohibidas. Lo siento si parezco un poco mojigata, pero las drogas duras no serían bien recibidas y desde el Ministerio de Propaganda se proyectaría sin cese “Réquiem por un sueño”… para que los niños aprendiesen que puedes perder tu brazo o ser penetrada analmente por un gran consolador negro si te dedicas a la heroína. Las drogas de síntesis están permitidas porque en “Easy Rider” nadie es penetrado analmente. En mi mundo intentaría erradicar el hastío o la decepción cósmica… cosa harto difícil si excluyo las drogas duras como práctica social. Intentaría que nadie saliese herido de las relaciones humanas y que a nadie le costara estar con gente. Porque la gente es una cosa buena y sin gente no hay Pampa que valga. Prohibiría el sentimentalismo barato porque no lleva a ningún sitio y solo hace que generar utopías emocionales que no tienen sentido y son horteras.

En la Pampa no existirían las fronteras y ni el nacionalismo de ningún tipo, la única marca distintiva sería la no marca. Nadie se parecería a su vecino y, por otro lado, a nadie le interesaría. No fomentamos el individualismo, solo el colectivismo aireado… lo que quiere decir que tú en tu casa y yo en la mía, toca el timbre para entrar y no te molestes si esta tarde no te dejo pasar. A nadie se le obligaría a ser feliz ni a sonreír. De hecho, la Seguridad Social se encargaría de dar cursos de formación para aprender a ser infeliz, porque siendo un desgraciado es como resulta difícil desenvolverse.

En cuanto a las ideologías, cada uno podrá tener el carné que más le convenga. Pero deberá argumentar por escrito las razones que le llevan a adoptar una determinada postura política. Es la lógica del Estado-Nación-Razonado. La Liga de la No Mediocridad es uno de los proyectos más ambiciosos entre los muchos que tengo pensados.

Y a nadie, nadie, se le presionaría para que decidiese quién es antes de estar preparado. Condición sine qua non para formar parte de esta enfermedad creada sentados en la bancada de la cocina de un chico danés. 

No pasa nada, una vez adquirida la nacionalidad puedes marcharte en cuanto lo decidas. Si quieres puedes pasarte solo durante el verano. Yo lo entendería. Y esperaría desde mi cabaña a que llegase el calorcito estival. Puede que entonces me decidiese a hacer turismo. No sería raro…

 

Porque en el fondo esta es una historia de encuentros y desencuentros. Una historia sutil.

AQUELLAS JUERGAS UNIVERSITARIAS

Vivo con otras cuatro personas en un piso que está sucio, desordenado, viejo, se nos ha roto la lavadora, hay pegotes de manchas en el suelo, remolinos de polvo en el baño, sofás robados de la basura, lámparas de tres bombillas donde solo una de ellas funciona, ventanas sin persianas, una mesa enorme con la que pegarse golpes, dos baños que se encharcan cada vez que te duchas, una casera rica que intenta robarnos, unas vecinas que no te esperan para coger el ascensor. Hace un par de años tuvimos plaga de cucarachas pequeñas… aquellos horribles monstruitos que poblaban la cocina. El frigorífico soltaba un agüilla marrón, el calentador estuvo un mes sin funcionar en pleno invierno. Las cortinas ya no son blancas sino grisáceas, en las paredes hay pegados los mismos pósters desde hace tres años y ya destiñen. Más uno nuevo de Cuenca y un señor inglés que traje de Londres. Debajo del señor se puede leer claramente en boli azul “Andy y Esther forever”… desde fallas de hace dos años.

Los cuadros que ya estaban son de un tal Sacramento.

Hay un diván verde mohoso en la entrada, ahora poblada con carteles de películas tan reputadas como “En busca del beso salvaje”. Y un mural pintado al fresco en el salón que representa a un hada azul de pelo naranja con el culo en pompis. Está llena de espejos tenebrosos y hay dos armarios-habitación llenos de utensilios inútiles. El suelo es de manises negros, con lo cual siempre parece que esté sucio. Almodóvar y Alex de la Iglesia podrían colaborar en la que sería su primera película juntos.

Y yo que cuando vi todo esto por primera vez me pareció bonito… Sigo llegando a casa y sigo viéndolo bonito aunque las chicas hayan hecho pechuga con el fuego al máximo y sin extractor, aunque no encuentre ninguna taza donde hacerme una infusión porque están todas sucias y almacenadas en la mesa del salón. A veces llego a casa y me encuentro a los demás discutiendo sobre si todas las palabras tienen representación mental o si ésta pasa por la descripción, si el lenguaje es constructor del pensamiento o si por contra es el pensamiento el que produce la representación verbal de las palabras. Semióticos puros.

Luego tenemos una videoteca compuesta por películas tan insignes como “Fumar porros es bueno”, “Bueno rollito”, “Ching y chong” o “Gracias por fumar”.

Es decir, que también somos cosmopolitas.

 

TAXI DRIVER

El niño cantor me acompaña a coger un taxi. Adiós niño cantor, hasta mañana.

El señor Taxi me abre la puerta. Hola, a Cardenal Benlloch con Blasco Ibáñez porfavor. Se inicia nuestra conversación… bueno, es él quien lo hace:

-¿Qué has bebido?
-Vino
-Es que huele
-Joder…
-¿Blanco?
-No, tinto… pero solo he bebido tres copitas
-No, no pasa nada… es que desde que he dejado el alcohol he desarrollado mucho el sentido del olfato. Siempre huelo. A los ecuatorianos, que son muy borrachos, nunca les adivino qué han bebido. Antes no olía nada ni sabía nada, ahora me bebo el agua y me sabe a gloria. Yo es que soy de los aburridos… ni fumo ni bebo ni voy con mujeres… de las malas. No es que te huela el aliento ni nada de eso ¿Quieres un caramelo?
-No gracias, me acabo de tomar un pictolín
-Estos son mejores…
-No, en serio, que dos es mucho ya
-Ah, que engordan… Oye, ¿tu qué estudias?
-Audiovisuales
-Pero eso es como periodismo, ¿no?
-Si, al principio sí, pero luego te especializas
-Es que quiero meter a la pequeña ahí, aunque le diré que se busque otra cosa porque la nota de corte es muy alta ¿verdad?… mira que me ha pegado el cambio, la chiquilla. En tercero de la ESO me venía con seis suspensos, pero el último trimestre me trajo todo aprobados y cuatro notables. Y este ultimo trimestre… todo notables y tres nueves, con una nota de la profesora que ponía “felicidades porque el cambio ha sido extraordinario”.
-Ah pues enhorabuena por ella, porque eso no suele pasar, una vez se adquieren malos hábitos es muy difícil deshacerse de ellos.
-Pues si, pues si… es que son trillizos.
-¿Trillizos?
-Sí, mis hijos son trillizos. Y con el mayor no voy a tener problema, lo voy a colocar enseguida porque es un portento. La peor nota que me ha sacado es un nueve. Fíjate que ya tiene claro que va a hacer alguna ingeniería junto con filología, a la vez. Es que desde pequeño ya era así, y la Isabel, la otra, ha salido adelante por la influencia de se hermano. Sí se habrá leído el chaval más de mil libros, va a la biblioteca y se coge cinco tomos de esos gordos y la bibliotecaria le dice “si no te va a dar tiempo de leértelos todos”… Pero desde que tenía tres años ya era así. Mira, el otro día fue la primera noche que salió con 15 años que tiene.
-Será superdotado…
-No, superdotado no, pero que le gusta al chico… no como a la tercera. Y la Isabel me ha salido friqui.
-¿Isabel es la friqui o es la tercera?
-Sí, la Isabel es la friqui, que el otro día me dice que se iba al salón manga de Barcelona, le gustan esas cosas… pero con la tercera es que ya no puedo. Tiene muy buen corazón, eso si… pero me ha suspendido seis. Y sé que tiene el corazón más grande del mundo y la puericultura le  iría muy bien porque le encantan los críos. Es una ama de casa, es la única de sus hermanos que se ocupa de ellos cuando están enfermos, recoge la habitación… vamos, un corazón enorme. Pero que se le va a hacer, y yo no voy a tomar disgustos por eso… lo único que le interesa es el Gurú y las telenovelas, que se le va a hacer. ¿Te dejo aquí?
-Si, bueno no… un poco más adelante.
-Claro hija si yo voy para allá! Pues eso, que no la voy a hacer una desgraciada… esa se coloca en una peluquería o en el Corte Inglés y ya está contenta.
-Aquí.
-Pues eso… cinco euros. ¿He hablado mucho verdad? Bueno, ahora te tapas la boca para que tu padre no te huela.
-No, si por eso no hay problema, yo ya no vivo con padres.
-Ay hija mía, ¿vives ya en pecado?
-Bueno, en pecado no… con compañeros de piso.
-Bueno hija, a cuidarse.
-Adiós.

Hasta estas vacaciones pensaba que tenía don de gentes o cara de gabinete psicológico. Otra conversación me aclaró que normalmente la gente, aún yendo sola, se sienta en el asiento trasero del taxi.
 

Y yo cuando voy sola me coloco al lado del taxista.

UN ESPECTÁCULO RÍTMICO

Resulta que yo duermo con tapones para los oídos porque mi habitación se encuentra al lado del salón y no quiero dormirme (o intentarlo) con Hospital Central de fondo o cualquier cosa parecida. Los que comparten la vida conmigo saben que lo único que me interesa de la televisión es OT porque coincide con la cena y me ayuda a no pensar… sí, es que soy una esnob. Pues estaba yo en ese punto en el que había apagado las luces, tapado con las mantas de franela mi cuerpo y puesto los tapones naranjas en mis orejas cuando se me ocurrió pensar en que si, de repente, alguien estuviese solo en el salón o incluso en mi cuarto y se atragantase con un quico o cualquier fruto seco similar, se ahogase, muriese y toda la pesca… ¿alguien podría acusarme de negación de auxilio o, incluso, de asesinato involuntario? ¿Habría bases suficientes como para dar con mis huesos en la cárcel? ¿Qué pensaría la opinión pública de esto? ¿Saldría en alguna editorial de periódico o revista por establecer un precedente jurídico que prohibiría los tapones para dormir?
A la única conclusión a la que llego es a que necesito un reproductor mp3 o equivalente.
 

El sábado pasado fui con mi santa madre y mi prima a un sitio donde pagas una entrada muy muy cara y ves peces, leones de mar, ballenas que parecen de plástico y delfines. En concreto vi un espectáculo maravillosisimo de delfines que se movían todos iguales mientras madonna y su hung up sonaba de fondo. En serio, era un espectáculo rítmico digno de ver… mucha gente estaba allí, acompañados de patatas fritas y coca cola (los más osados de un cubata) disfrutando de las acrobacias acuáticas que tan graciosamente llevaban a cabo los animalillos estos. De repente dejo de fijarme en las colas de los delfines para ladear ligeramente la cabeza y mirar como quien no quiere la cosa a la animadora que tan eufóricamente nos anima (es lo que tiene una animadora, se gana su sueldo) haciendo palmas entre pirueta y pirueta con los delfines. Anda, pero que resulta que ella es él… como me deja entrever ese ceñido traje de neopreno.

A la única conclusión a la que llego es que a mi me gustan más los de mi especie, aunque no hagan piruetas. O sí.
 

Me resulta hasta gracioso encontrarme comentando en comunidad cosas que antes hubiesen sido “secretos” de “te acompaño al baño”. A personas que no esperaba en situaciones que no esperaba. Y esto porque todo ha dejado de tener importancia, las cosas que pasan ahora ya no tienen importancia. Que alguien me pregunte si lubrico me parece bonito porque ya se ha llegado a un statu quo donde mi vida ya no es mi vida sino que es la de todos un poco. Y la de los demás me pertenece también en su justa medida. Hasta donde ellos quieran… y hasta donde yo me deje.

A la única conclusión a la que llego es que, normalmente, siempre quiero algo más. Algo que no tengo. Por eso me siento rara en ocasiones y por las noches pienso en las consecuencias mortales de dormir con tapones. Porque ahora no quiero más que lo que tengo. En un futuro probablemente no será así, pero si hablo de mi presente solo puedo decir que no espero nada. Y eso, créanme, me hace mucho bien.
 

A mi dame un maravilloso viaje a Londres, un libro medianamente interesante, unas cuantas películas de la Nouvelle Vague, camisetas de grupos de música, mandarinas, una bufanda, unas visitas, unas fiestas, una botella de Larios y soy medianamente feliz. O por lo menos estoy tranquila.

Ah, y luego estáis vosotros. Que me olvidaba!

 

 

P.D. A quien me acusó de poco ambiciosa… al final llevé más de un profiláctico.

 

 

 

 

PERSONA

A veces tengo la sensación de que corro y corro por un bosque. Que corro sin sentido y que a veces corro por correr. En ocasiones siento que avanzo, pero la mayoría de las veces me dedico a ir campo a través sin saber a dónde me dirijo, y cuando hay un claro en el bosque y puedo sentarme a descansar me doy cuenta de que en realidad no sé a dónde voy ni cómo voy a llegar. A fuerza de correr siempre se llega a algún sitio. El problema es cómo controlar un esfuerzo ciego, que se dirige a ninguna parte y que al mismo tiempo pretende llegar a todos lados.

Ocupar el tiempo antes de que él me ocupe a mí.
 

Es increíble cómo pueden pasar las horas y luego los días, las semanas, los meses. Y te das cuenta de que así de rápido puede pasar toda tu vida, sin vivirla como un día la imaginaste. Es una especie de rutina que te conduce agradablemente a la falta de autoconciencia.

Y eso para mí es morirse antes de que lo haga tu cuerpo. Dejar de ser crítico y análitico en los juicios que tienen que ver contigo mismo es un error. Significa que ya has sucumbido. Es como entrar en el metro y no ver nada al mirar tu reflejo en la ventana de enfrente. Eso es como no ser.

 

Yo sí miro. La mayoría de veces no sé lo que veo, si estoy contenta o triste, cansada o eufórica, apática o enfadada. Lo que es seguro es que sigo viendo algo, que por ahora no sé muy bien cómo identificar. Pero veo y espero seguir haciéndolo.

Ahora me dedico a eso, a mirar. Y a veces me paro y miro a mi alrededor y no entiendo nada. Solo entiendo que lo único que vale la pena son las personas. Las que conozco y las que no.
 

Ese hombre que conduce el bus y que dice hola. El que no dice nada. Las que te esperan en el portal. Las que te enfadan. Las que te piden un croquis de tu casa. Las que te incluyen en sus anécdotas de la semana. Las que te dan besos. Las que te lo dan todo. Hasta las que no te dan nada.    

Cuando paro de correr suelo pensar: “maldito hilo musical”.

 

P.D. En pocas horas correré una maratón en Londres. Lo único que me llevo es ropa de abrigo, un paraguas, un condón, tapones para los oídos y personas.

LA MUERTE DEL ANDRÓGINO

Y el andrógino salto desde lo alto de una torre. Por fin.

En el momento en que se lanzó me tapé la cara por vergüenza. No, por vergüenza no, por pudor. Mientras caía, mientras iba escupiendo las palabras a trompicones, el globo se fue desinflando. Con lo que cuesta cerrar una herida… que agradable es abrirla en ocasiones. Cuando está a punto de suturar la levantas un poco y ves que lo que antes estaba en carne viva ahora tiene un color violáceo, que es el color de la cicatriz.

Por mi natural tono de piel, cada vez que me hago una herida de esas en las que sale sangre, se me queda una marca que tarda millones de años en desaparecer. Por un lado admiro a la gente que no tiene marcas en la piel, pero por otro me gustan mis cicatrices, me parecen curiosas. Y sobretodo, me gustan porque son mías. Tengo una en la rodilla que me recuerda a mi infancia, es de esas heridas inocentes que te haces jugando en el recreo. No se me ha ido, se mantiene en mi rodilla, ajena al paso de los años. Hay otra, mucho más grande, en mi pierna izquierda. Esa me pilló mucho más crecidita y casi hecha una mujer. La herida me cruzó la pierna y la cicatriz fue totalmente visible. Me la acabo de mirar y ya apenas se nota, ha desaparecido progresivamente. Aunque la sombra estará siempre y yo sabré que está ahí. A veces pienso que fue una llamada de alerta para que estuvieses atenta a todo lo que iba a pasar. Sin embargo no hice caso a la señal, si es que lo fue, y me centré en la carnicería que llevaba a cuestas. A veces, si me aprieto, todavía noto un dolor lejano.

Pero sin duda, la cicatriz más controvertida es la que tengo en el codo, la que parece un tapón. La historia se remonta a hace casi un año, cuando en una de mis sesiones de depilación caí rodando por las escaleras. Fue absurdo y divertido, como muchas cosas hace un año. Esa ni la veo (es una razón de emplazamiento, normalmente no me miro el codo), aunque algunas veces hay quien me pregunta por su historia, quien le hace fotos o quien se ríe de ella. Es mi herida más pública.

Se ve que mi piel no conoce a fondo la palabra regeneración. O que tiene una buena memoria.

Veintiún años y tres cicatrices visibles. Pffff… ¿solo?

Hoy he visto Melinda&Melinda. Casi siempre que te caes te sientes tonta. Cuando dejé que la Muerte del Andrógino se produjese, me sentí tonta también. Me pareció una peli mala. Puedo hacer un drama de la vida. O puedo hacer una comedia. Aunque los géneros ya no existen. Si solo ves lo dramático de la vida, eres un miserable. Y si solo ves lo que te hace reír, lo eres también.

De lo que se trata, y lo más importante, es de ser dos veces miserable.