PASION POR VIVIR

Tras un viaje corto, pero gozoso, me tocó encerrarme en casa. Castigada por haber intentado pasarmelo bien. Castigada por conseguirlo.

Este encierro (auto)exigido por leyes académicas ajenas a mi voluntad, ha minado mis fuerzas y mi fortaleza psicológica. Quizás tengo el síndrome del ocio, que hace ahuyentar toda posibilidad de vida intelectual en mi cerebro. Aunque no, mira. Pese a que el virus del ocio desenfrenado es ya un clásico-crónico  en mi organismo, no es eso lo que me destruye. Lo ha intentado muchas veces, pero todavía quedaba un reducto para la erudición o el academicismo riguroso. Todavía no he matado mis facultades a fuerza de alcohol y drogas. Soy joven, eso vendrá con los años. Aún es temprano para poder ser una turbada ingeniosa y querida por todos, pese (y por) llevar el rimmel corrido. Es pronto para fumar opio en apartamentos modernistas en tonos blancos y negros.

Concentrarme es una tarea tan dificil que está derivando en un trabajo de dimensiones titánicas. Y si me pongo hiperbólica y acudo a los mitos clásicos es porque el tema lo requiere verdaderamente.

El tiempo que malgasto lo gasto en pensar en las miles de cosas absurdas habidas y por haber. He pensado, por ejemplo, en los distintos posibles recorridos paralelos a los que una persona tiene opción, como en los tests de la Cosmopolitan. Todo tiene importancia, desde pararte o no en un semáforo hasta ponerte chaqueta o abrigo. Pero este pensamiento no me ha satisfecho. Lo he encontrado fácil, obvio y demasiado melodramático para mi gusto. Puede que sea cierto. Algo de cierto hay en todo, por otra parte, eso no me sirve. Además, antes de estar con Ashton, Demi Moore hizo una película que trataba este tema (mismamente), lo cual me desautoriza (y desalienta) a refllexionar sobre un asunto que Demi ya ha llevado hasta su máxima madurez académica.

He pensado tantas cosas que a la vez no he pensado ninguna.

Sé que esto debería ser una especie de cuaderno de bitácora, en la línea de los mapaches y demás cosas que hay por aquí. No el cuaderno de un psiquiatra de tres al cuart que escribe cosas al azar al no conocer el diagnóstico exacto. Pero estoy en una etapa totalmente a-mocional. Lo cual no quiere decir anti-emocional, porque a favor de las emociones, lo que se dice a favor, estoy. Las celebro y me nutro de ellas cual ladilla. Creo que más bien me parezco a un replicante. Los replicantes saben que hay algo, que hay personas a las que de verdad se les hincha el pecho, y no de tabaco. Sin embargo ellos son incapaces. He visto muchas cosas, he visto cascadas de metros y metros de altura, he visto la naturaleza en estado semi-puro, he visto arquitecturas geniales. Puedo incluso decir que he visto los círculos de Orión. Pero no he visto nada en realidad. Porque no he sentido nada. Y no puedo llamarlo apatía.

Lejos de hacerme sentir una desadaptada, lo que provoca una situación tal es que piense. Y, a decir verdad, no es la primera vez que me pasa. Recuerdo, yo pequeña, estar sentada en el pupitre de clase mientras todos los demás miraban Algo por la ventana. Nunca supe qué era ese Algo porque nunca conseguí que me interesara lo suficiente como para levantar mi culito blanco del asiento. Mi culito blanco aprendió a levantarse por su propia cuenta años más tarde, pero seguimos en las mismas. Casi. Me acabo de acordar de que hace unos dos años escribí algo parecido a esto. Yo misma llegaba a la conclusión de que a veces tengo que buscar lo que de verdad me emociona a mí, porque puede que no sea lo mismo que al de al lado. O puede que sí, pero en ese caso a lo mejor le pido en matrimonio o le invito a un ron con sprite y granos de café. Fíjate que pongo ambas cosas al mismo nivel…

Lo que más gracia me hace es mi capacidad para decir muchas cosas juntas sin que ninguna sea demasiado interesante. Es lo que tiene la a-moción, que lo impregna todo.

Hasta las letras.

Pasión por vivir, 1999. Alain Berliner.

(con Demi Moore en el papel de Martha Marie Willis, que yo no miento!)

LA VIDA EN LA TIERRA

 

Entro a clase a las 11.30 de la mañana. Y mientras veo películas africanas de sujetos que tienen por nombre Abderramahne Sissako (verídico) me doy cuenta de una cosa. La Teoria de la Evolución, que Darwin planteó en su momento, es más que acertada. Es más, aún en la actualidad podemos seguir aplicándola. El llamado darwinismo primitivo por el que la evolución se define como un proceso basado en la selección natural, mediante el cual solo sobreviven aquellos seres que desarrollan una serie de capacidades para poder adaptarse a un nuevo medio, es justamente lo que me viene pasando desde hace un par de semanas.

Fíjate.

Pues eso, que he desarrollado la asombrosa cualidad de dormir con los ojos abiertos. Yo antes era de esa especie mediterránea que encontraba insufrible ir a clase a las 17.00 y casi fuera de todo planteamiento a las 15.30. Nuevo Mundo, nuevas pautas de conducta. Esa case de la que he hablado antes empieza a las 11.30 no acaba hasta las 16.00. Y ponen peliculas de Abderramahne Sissako por en medio. Por lo tanto, adáptate al medio o muere. La técnica que he desarrollado, y que pienso vender por fascículos en cuanto contacte con Planeta DeAgostini, consiste en:

1. Ir desayunado. Si tienes hambre la abstracción del alma no es posible.

2. Madrugar. Un poco de sueño añadido nunca viene mal.

3. Propiciar un emplazamiento clave. Si te pones justo delante del profesor, éste puede darse cuenta de que tu mirada se dirige a un vacío, hacia una dimensión desconocida de tu alma a la cual él no puede acceder. Eso no es bueno, muñeco.

4. Elegir la materia adecuada. No vale con películas de Chaplin. Chaplin da risa, Abderramahne Sissako no.

5. Fijar la mirada en la pantalla y concentrarse en los diálogos, los movimientos y los colores. La imagen, por definición (y más si es en pantalla de cine), tiene la capacidad de dejarte en un estado de medio ensoñación. Merilota perdido, vamos. Así que intenta seguir la película de Sissako… en unos minutos tu alma se elevará por encima de tu cuerpo. Tu atención estará dedicada a la película, incluso si lo haces bien puedes llegar a seguir el argumento y los diálogos. Sin embargo el Ello freudiano estará en otro sitio… Pensando en que es necesario ir al super a por leche o cualquier cosa verdaderamente importante. Si perfeccionas la técnica puedes llegar, incluso, a tener sueños eróticos. Tranquilo, cuando has llegado a ese grado de refinamiento nadie puede percibir lo que pasa por tu cabeza. Tu mirada está fija y tu cuerpo inmóvil. Eres un habitante de América del Norte.

La técnica alcanza su grado máximo en un entorno con lengua extranjera.

La vida en la tierra, Abderramahne Sissako, 1998.

POLICIA MONTADA DEL CANADÁ

Tan solo a diez dias de su llegada la muchachita se dijo que le resultaba muy dificil pensar que hubo un día en el que ella no estaba aquí, sino allí. Y cuando pensó en Allí, pensó en una vida hecha, por la que lloró al marcharse. Sin embargo ahora su vida era una hoja en blanco. Y una hoja en blanco impone respeto.

Respeto. Y una sensación diáfana, de despreocupación, de laxitud. E inseguridad. Muchas veces se ha preguntado qué hace aquí exactamente, y siempre se ha dicho a si misma que la respuesta no la puede saber ahora. Quizá dentro de un tiempo, quizás mañana o en seis meses. O en años. A la muchacha le gusta pensar que hay una razón para todo, sin embargo esa reflexión puede ser en ocasiones una trampa para la conciencia o, simplemente, una manera de concebir la existencia que no agrada a todo el mundo y que no se funda en ninguna base lógica. Las leyes de la causalidad no están del todo establecidas y responden más a una voluntad de autoconfirmación que a una realidad empírica. Sobretodo cuando hablamos o divagamos sobre la conducta humana, lo que ocurre, lo que se espera, lo que no ocurre. Etcétera.

Sin embargo, y contemplando la posibilidad de que la vida sea una consecución azarosa de acontecimientos, mucho más vulgar de lo que todos esperamos, la muchachita (que ha decidido que hablar de ella en tercera persona dos veces seguidas es demasiado), sigue queriendo pensar que todo responde a un porqué.

Entonces coges y me dices: es simplemente una trampa mental. Y yo te digo, sí… ¿y? La gente va a la iglesia, bebe, escucha música, lee novelas, va al cine, sale con sus amigos. Todo eso también son trampas mentales.

Pues yo pienso y siento (no siempre) que las cosas que te ocurren se rigen por pautas de causalidad. 

Y espero que el orden cósmico exista, porque si no la llevamos clara.

Todavía me queda encontrarle un sentido a todo esto. Y en el caso de que no lo tenga tendré que recular y aceptar que no se pueden explicar ciertas cosas y ya está.

Por lo demás, y dejando de lado el sujeto del desconcierto metafísico, puedo decir que he hecho algunas cosas. Solo ahora me doy cuenta de que las he hecho mientras esperaba encontrarles algún sentido. Y ahora decido seguir haciéndolas esperando que lo tengan y que pueda explicarlo.

Creo que siempre me voy porque no puedo quedarme. Y eso deja lagunas, sobretodo cuando llegas. Pregúntame ahora por qué me fui y te responderé: «porqué no». Y lo haré habiendo aprendido algo de lo que me pasó antes, totalmente consciente de mis defectos y mis carencias. Y lo haré sin apenas ápice de melancolia. 

Ahora te acuerdas de preguntármelo cuando vuelva y veremos lo que digo. Yo por el momento no puedo predecir nada, porque no tengo la menor idea.

 

P.D. Esto no es tan divertido como los mapaches, o como cuando vomito dos veces en el retrete, o como cuando nos montamos en la parte de atrás de un Land Rover y vamos al bosque, o como cuando desayunamos o nos embriagamos o yo que sé wey, no mames. Todo no iba a ser metafísico y desconcertante. A veces hago cosas que rozan la superficialidad, a Dios gracias.

Policia montada del Canadá, Cecil B. DeMille, 1940

HIGH SCHOOL MUSICAL

La muchachita, que hasta ese entonces se había mostrado tímida, cauta y parca en palabras, se atrevió a elevar la voz por primera vez. Había subido el tono con la intención de hacerse escuchar por encima de las demás conversaciones cruzadas, que se desarrollaban de manera simultánea. Pronto los murmullos cesaron y ella se vio protagonizando un monólogo improvisado pero, sobretodo, inesperado. Delante tenía a un grupo de personas a las que conocía desde hacía apenas unos cuantos meses. Nunca antes se había permitido tal osadía… ¿A qué se debía este atrevimiento repentino? Quizás fuese la música que sonaba de fondo lo que la había animado a abrir la boca. Puede que esa sensación de recogimiento que genera el sentarse delante de una chimenea encendida. O la ventisca de nieve, que seguía peleando con insistencia fuera de esas paredes, desde que los termómetros descendieran unos cuantos grados por debajo del cero… algo habitual en esa zona del mundo. La muchachita sabía, sin embargo, que tal arranque de sinceridad se debía a un estímulo mucho menos poético, aunque sí más efectivo a corto plazo. Entre las manos sostenía una copa llena, que no era la primera que tomaba, ni tampoco iba a ser la última de la noche. Su discurso empezó lento, denso, trataba de organizar sus ideas para dotarlas de un sentido, pues lo que estaba expresando no era nada fácil. Ante todo para ella misma. Pero como nadie parecía querer interrumpirla se sintió envalentonada.

El líquido de la copa se le estaba subiendo ya a la cabeza. A lo mejor la escuchaban porque ellos eran amables, pensó. Aunque puede que hasta les interesara esta historia, ocurrida hace mucho tiempo…    

<< Mirad, todos dicen que nuestra generación sufrió una pérdida de valores reales, que lo que nos movía era el consumismo, la aceptación de unos roles determinados de antemano, el conformismo. No teníamos nada a lo que agarrarnos, no había futuro, no existía ningún líder vivo a quien seguir. He pasado muchos años escuchando este tipo de cosas. Seguramente es verdad y los que así lo afirmaban no iban muy desencaminados.

Pero yo no pretendo hacer sociología. Solo intento decir aquello que sé. Y lo que os puedo asegurar es que a mí nunca me transmitieron unos valores en cuanto a comunidad. Me enseñaron a ser un sujeto aislado. Me hicieron ver mi singularidad, mi propia individualidad frente a los demás, mis propios factores de diferenciación. Eso tiene muchas cosas malas, y hablo de mi caso en concreto. Nunca me hice ningún carné de ningún partido político, nunca sentí que pertenecía a una corriente musical determinada, o a una tribu urbana específica. Nunca quise mucho a mi país y tampoco lo odié demasiado. No era de la generación X y por lo tanto no compartía impulsos suicidas con el resto. Nunca me gustó pensar que era algo y no otra cosa. Puede que no experimentase esa sensación de comulgar con una comunidad, de sentirme parte de un todo aún más grande y más poderoso. No profesaba ninguna religión, ni siquiera era de ningún club. No compartía mis más arraigadas pretensiones con un grupo de interés. Era yo y los demás Que no eran como yo.

Sin embargo sí tenía unas convicciones políticas determinadas a las que no podía, o no sabía, ponerles una etiqueta. Me gustaban unas canciones y no otras. Tenía un criterio que había ido forjando con el tiempo. Me vestía con unos colores porque me decían más que otros. Había cosas que no me gustaban por principio, y otras que me apasionaban desde hacían mucho tiempo.

Esto no es una oda a la individualidad. Intento contar una historia, la historia de una suma de personalidades definidas, promovida por la necesidad de contar con alguien. Y de que alguien más que tú mismo contase contigo.

A veces ni siquiera lo deseabas ¿Contar con alguien más? Todo lo que habías aprendido te hacía desear ser Uno… y no Uno más los Demás. Pues aún en esos momentos en los que te alejabas del gentío, no eras Tú del todo, porque comprobabas, sin demasiado entusiasmo, que había alguien más. Podías vivir sin ellos, pero no era eso lo que querías. Porque, sorprendentemente, eras más tú mismo que cuando estabas solo. Y eras más feliz.

Durante todo ese tiempo del que hablo, aprendí a valorar a los Otros-YO que pululaban a mi alrededor. A las otras personalidades únicas y preciosas que formaban, junto a mí, un grupo heterogéneo y extraño. Histriónico y discordante. Mi mundo no era una suma de elementos iguales, sino una mezcla de personalidades que no se parecían entre ellas y que eran distintas a las del resto de los mortales. Fuimos distintos los unos de los otros. Pero, y puede que a causa de esto, también respecto a los demás.

Y me daba miedo, me daba mucho miedo, que con el tiempo dejásemos de diferenciarnos del resto. Que no tuviésemos una idiosincrasia propia y nos mimetizásemos con el resto de este mundo, que es tan grande. Porque lo que nos hacía fuertes era un futuro de posibilidades abierto delante nuestro, un futuro lejano del que no había que preocuparse. Éramos diferentes porque no teníamos que hacer lo que los demás.

Uno de mis mayores miedos es la mediocridad. No quiero que pase el tiempo y que la gente especial que conocía se transforme en gente mediocre para mí. No quiero parecerle mediocre a ninguno de los que me rodeaban entonces.

No vivía en un mundo de ensueño. Sin embargo pienso que todo eso fue real, ha sido real, y lo he vivido intensamente durante algunos años. >>

Al acabar su discurso, la muchachita se sintió feliz porque había logrado soltarlo de un tirón, sin vacilar y con una seguridad tal que convenció a todos los asistentes. <<Sí señor, fuimos felices en épocas de infelicidad>>, dijo para sus adentros. Sin embargo, al momento pensó en lo ridículo que sonaba todo.

No lo había vivido intensamente todo el tiempo. Ni había sido cuestión de años. Pero fue tan importante que ahora que lo necesitaba podía permitirse una idealización en toda regla.

 La realidad pertenece a quien la recuerda. ¿O no?

 

 

NOS PLUS BELLES ANNÉES

Cuando pienso en escribir lo que he hecho últimamente me doy cuenta de que tampoco tiene tanta importancia. He hecho muchas cosas, quizás más que nunca. Pero no tienen importancia por sí solas. Las cosas que hago las hago porque hay quien las hace conmigo. Si no, no las hago.

Ni siquiera escribo en mi diario rosa porque ya no soy desgraciada.

Intuyo que siento cosas pero no las identifico, me dedico a neutralizar mi cuerpo y mi mente. Voy de un lado para otro, pero no pienso en que voy a echar de menos esto o esto otro. Me despido de gente en kebaps de mierda con la boca llena de salsa. O en el aseo de mi casa. Hace un tiempo (mucho tiempo) me regodeaba en la melancolía. Y es que creo que hasta me gustaba. Pero claro, tuve mi despedida traumática en aquel aeropuerto y ya comprendí, al fin, que lo que se hace con los adioses es alargar el tiempo para poder decir absurdidades que, o bien las has demostrado cuando tuviste tiempo, o caen en saco roto. O para dar esos abrazos que antes no te atrevías a dar pero que ahoras crees justificados.

Me declaro oficialmente apocalíptica, en unos sentidos y en otros.

Fluctúo, voy como flotando de un lado a otro. De repente me dan ataques de miedo y a los pocos minutos vuelvo a mi estado natural, que tiene de todo menos naturalidad. En realidad creo que Esto me está afectando, me vienen cosas a la mente, se van… Todo dentro de los límites de la normalidad, no me dedico al sensacionalismo gratuito ni comercio mi vida privada con las otras vidas privadas que me acompañan. Pero tampoco me apetece comerciar con mi vida aquí, extraño. No me apetece cosa alguna, sinceramente. Solo hacer topless mientras leo un libro sobre niños que viven entre la podredumbre.

Cuando me encuentre sola y triste, pasando frío, con exigencias académicas de las de verdad y sin nadie que caliente mi camisón (por dios, no) siempre podré echar la vista atrás y pensar que un día vi borracho al hombre que nunca se pone borracho. Que me dijo que yo sería una sombra que vagaría por la facultad, por las aulas, por la cafetería. Que alabó lo bien repartidos que tengo mis quilos exportados de Francia, concentrados estratégicamente en puntos clave de mi anatomía. Luego ya pasamos a hablar de penes arrugados, que también tienen su ternura particular.

Y yo que empecé esto con voluntad catártica…pero hijo, que no hay manera. Lo intento, pero no sale nada bonito ni nada conmovedor. Por eso hoy no he sido capaz de regodearme como es debido en esa escena de playa digna de ser enmarcada (pese a que me escociesen los ojos por el humo y pese a esto y pese a lo otro). Por eso he empezado a hablar de cosas que, bien mirado, tampoco tenían su importancia vital en ese momento.

Hace un rato tuve miedo de algo, pero se me pasó. Así que aquí estoy, intentando que salga algo bonito que me haga quedar bien. Que frustración. Luego pasa lo que pasa, que lloro en las bodas. Bueno, en las bodas me emborracho y lloro a la mañana siguiente por generación espontánea.

Si tuviese superpoderes ahora mismo los utilizaría egoístamente para provocar una elipsis espacio-temporal y dejar de gastar mi tiempo soltando chorradas como esta. Aunque al menos he dicho algo, que es mejor que guardar silencio.

 

 

 

P.D. Quiero ser una calcamonía de esas que salían en los bollicaos de cuando éramos pequeños y dejarme ya de tanta tontería. Porque mira que tengo tontería en el cuerpo.

EL ÚLTIMO COUPLÉ

Hoy he hecho un examen de francés. Pero parecía más bien un examen de conciencia. La primera de las dos preguntas ha consistido en una redacción sobre lo que para mí es la felicidad. La segunda, otra redacción cuya premisa era si creo en la suerte. Y he escrito algo que sería merecedor de ser publicado en la revista Despertad!, esa que reparte gente feliz los viernes por la tarde. Que es el día de predicar a Jehová, como todo el mundo sabe.

(… por cierto, quiero hacer un inciso y denunciar ante todos que en mi Word la palabra mahoma no sufre ningún cambio cuando la escribes mientras que la palabra Jehová se pone en mayúscula automáticamente. Por otro lado la palabra pene queda intacta… y la palabra vagina no es aceptada como correcta. Creo que Microsoft es cómplice de una conspiración judeo-masónica)

He escrito cosas que supongo que en el fondo pienso pero que escritas (y en francés, el idioma de la gena) son como un gran bollo de fresa y nata con guindas de cereza. Según mi examen, la felicidad es una imposición social que nos obliga a ser seres casi perfectos en busca de las necesidades que nos crean los demás. Y como nunca conseguimos esa perfección nunca somos felices. La perfección a la que la mayoría aspira, siempre según mi redacción, pasa por ganar dinero, ser guapo, estar enamorado, tener una casa donde vivir y un trabajo que nos realice. Ahí es nada. Como pueden ver, la patochada más grande nunca escrita… ah no, que no se ha acabado. Me falta la conclusión. También he dicho que la forma más bonita y auténtica de felicidad es la que no responde a razones. La que no te explicas, la que no puedes relacionar a nada. Luego está lo de la suerte. Le he explicado a la profesora que normalmente tengo suerte, porque mira chica, no sé dónde voy a estar mañana ni a quién me voy a encontrar. No le he dicho que quizás eso haga que no sepa quién soy, aunque también es divertido. Quizás es profundizar demasiado y mi dominio de la lengua, acompañado de un límite de 150 palabras no da para más. Luego me he preguntado qué estaba pasando. Pero me he puesto la música y he decidido olvidar.

La semana pasada el señor que nos atendía en el Corte Inglés buscaba Freaks como un loco. Ya no le importaba que nos quisiésemos pirar, era una cuestión de honor. Él conocía la película, es más, la había visto y juró que la encontraría. Lo hizo, de hecho. Mientras (o antes, ya no me acuerdo) mirábamos un libro de horóscopos. Según lo que pude leer, los nacidos el mismo día que yo se dedicarán a ser pinchadiscos en la radio o guionistas. La verdad, querría ser las dos cosas. Aunque también es cierto que en ese momento di las gracias por no haber nacido otro día. Imagina, hay gente que conozco que será desactivadora de bombas en Camboya. O por ahí. Donde quería ir a parar (creo) es a un pequeño libro de gatitos, en el cual pude ver, de repente, al gatito mejor del mundo, uno chiquitito entre geranios. Lo que se dice una horterada. Pero es que me entró una ternura tal que al segundo “aiiiiii, q mono” mis acompañantes no sabían si me reía de ellos o si tenían que asustarse. De nuevo, esa pregunta que me retumba en la cabeza… ¿qué está pasando? Un eco lejano. Ninguna respuesta.

Quise echarle la culpa al subidón de hormonas. En el caso en que sea eso, es siempre mejor que una enfermedad congénita. De alguna manera debo explicar las razones que hicieron que me levantase el sábado por la mañana, después de la gran boda, con unas ganas de llorar que no refrené. Es que mirase a quien mirase me daba pena. Pero pena penita pena. Cosa que conllevó las lágrimas más grandes que mis ojos han expulsado desde hace mucho. 

Con la pena pasa lo mismo que he dicho antes sobre la felicidad. La más auténtica y la más bonita es la que no es culpa de nadie ni responde a nada en particular. Esa es la pena metafísica, la mejor de las penas. Porque es la que más tiene que ver contigo y la que menos con los demás. Nadie la entiende y a nadie puedes explicársela. Por eso mismo te permites sacarla al exterior. Si hubiese una forma primigenia de tristeza, sería ésta. Si el primer hombre o mujer de la tierra lloró alguna vez, sería de esta manera y no por el ataque de un mamut.

Siempre según mi redacción de francés. Y según mi particular visión de la evolución humana. Donde los primeros hombres y mujeres convivían con los mamuts.

 

Inciso. Estoy de un moralista últimamente que no hay quien me aguante.

CAPITÀ PLANETA

Merecidas o no, el caso es que gocé de unas largas vacaciones.

Largas en cuanto a duración ya que, pese a que no es precisamente largo el período de tiempo en cuestión, sí lo es con respecto a los demás mortales que también hacen cosas y tal. Es decir, la mayoría. Aunque son largas sobretodo porque yo ya estaba de vacaciones mucho antes de que llegase el uno de abril. Pero eran unas vacaciones que tenían que ver con mi estado vital… es decir, que básicamente hacía caso omiso a las cosas normales de la vida y me preocupaba por las que no lo son. Bueno, ni siquiera. Siempre y cuando sea posible definir cuáles son “las cosas normales de esta vida” la frase que acabas de leer tendrá algún sentido. Supongo que me refiero a ir a clase y cumplir con obligaciones varias. Pero es que creo que tanta burocracia internacional y tanto francés enrobinado hicieron un efecto taladro en mi cerebro y llegó un momento en el que ya no era capaz de carburar. Y con lo de “francés enrobinado” no quiero decir que haya estado toma que toma con ningún espécimen francófono. No hombre, eso no.

De naturaleza pesimista, pero optimista cuando menos te lo esperas, una (que soy yo) puso esperanzas en un plan de saneamiento general que se frustró no por falta de buena voluntad (de yo). Así que supongo (y ten en cuenta que me paso la vida suponiendo y no afirmando) que más que optimismo fue una cuestión de ingenuidad.

Pero por si algo han valido la pena estos días ociosos es por ver a mi madre sucumbir: he conseguido que de su boca salga la palabra “chochito”. Cuando ella sigue utilizando la “vagina” de toda la vida (que, por cierto, el Word no me da por válida).

El hombre alemán pelirrojo del aeropuerto de Frankfurt (qué te parece, un alemán en su país) posó su mirada sobre cada uno de nosotros. Luego preguntó si éramos todos españoles. Al responderle que, efectivamente, lo éramos, exclamó que no parecíamos todos del mismo país, que nos encontraba muy diferentes. Lo que no sabía ese hombre es que estaba dando en el clavo, lo que no sabía es que desde hacía millones de años (esto vienen a ser unos cuatro o cinco… y dale con la hipérbole) no compartíamos nuestro tiempo de verdad. Todos juntos. Y con nuestro tiempo me refiero a lo que más se acerca a la denominación de Tiempo. Esto es, una consecución de ratos muertos y de ratitos ociosos, de noches ebrias y de días sobrios… pero todos encadenados y de seguido. Lo que sigue sin saber, Señor Alemán Pelirrojo del Aeropuerto de Frankfurt, es que las cuatro personas que tomaban un avión con destino a Cracovia para reunirse con la quinta persona en cuestión, no solo eran de desigual tamaño, con peinados disparejos, estilos discordantes o tonos de piel matizados. Eran cinco personas que han elegido cinco caminos distintos en la vida y que toman decisiones que no se parecen. Tienen intereses distintos y de manera distinta llevan sus vidas. Las cosas les afectan de manera distinta y distintas son sus familias o sus planes de futuro. Distintos, y mucho, son ahora en relación a como eran antes. Todo, todo es distinto. Así que, Señor Alemán Pelirrojo del Aeropuerto de Frankfurt, lo único que nos asemeja es el umbral generacional.

Y puede que lo único que nos haya hecho coger ese avión juntos sean más de quince años de experiencias comunes. Eso y el compartir un fuerte sentimiento hedonista que es el rasgo propio de esta, nuestra denostada generación. No es poco, Señor Alemán Pelirrojo del Aeropuerto de Frankfurt, es mucho más de lo que cabría esperar. Que mire que han pasado años y cosas por en medio y hemos sido capaces de sobrevivir a la posibilidad de no ser más que unos conocidos corteses.  

Aprender historia es importante. Tanto, que te permite conocer causas y consecuencias del mundo en el que te mueves ahora. Ayuda a comprender. Sin antecedentes no hay presente. Sin guerras no hay Estados, sin revolución no hay cambios. Sin libros no hay nada. Eso es una máxima aceptada por casi todos. Nos falta aceptar que conocer a quienes han formado parte prolongada de tu vida te ayuda a saber con qué tipo de persona estás tratando cuando te miras al espejo por las mañanas. En definitiva, te ayuda a saber, no Quién, sino Por Qué eres. Y la única forma de conocer a esas personas es Ahora. No hay un libro que te lo explique, no hay una wikipedia de las relaciones humanas. Solo tienes el momento presente y si no lo aprovechas puedes andar perdido cuando podrías estar en el punto idóneo. No sé muy bien qué es lo que significa conocer, no se conoce de la misma forma a todo el mundo. A veces intuyes cosas que no dices, a veces te explican algo y no te convence y a veces no te das cuenta pero lo sabes. Lo que sí es seguro es que el modo de conocer a los demás tiene mucho que ver con cómo eres.

Para quien quiera visitar Pololonia, que sepa que es un país anclado en los 90. Y todo cuesta dos euros. Es como el Corte Inglés sin escaleras, que decía la gitana del mercado de al lado de mi casa.

INTELIGENCIA ARTIFICIAL

 Creo que estoy demasiado cansada en este momento. Y, aparte de tener las ojeras más grandes de mi historia personal, la verdad es que no se si me estoy cansando por algún motivo bueno de verdad. Hablo de cansancio físico esta vez, mental si quieres, pero no de cansancio espiritual. Cosa que, por otra parte, está muy bien, así vamos variando. 

Estoy pensando que si al final todo esto sale bien me voy a subir a ese avión, voy a volar 14 horas, voy a recuperarme del jet lag, voy a buscar esa universidad y les voy a vomitar en medio de la facultad de comunicación. Pero así, en sus narices. Mira, que he pensado que te VOMITO. Ahora, puedes mandarme de vuelta a mi casa, todo esto lo he hecho para poder ver tu cara mientras te VOMITO. 

Y anchas castilla. 

Si dejamos de lado mis problemas de índole burocrática/nuevas tecnologías lo más que puedo decir es nada. Los 22 años me sentaron como le va a sentar a mi ordenador que le formateen si no encuentr los dichosos drivers. O como a mi MP3 ahora que le he limpiado el disco duro de manera forzosa después de que el ordenador de la facultad me lo haya intentado destruir. O como le sienta a mi despensa unos cuantos días de fiesta con el Mercadona cerrado. O como me voy a sentir yo cuando vomite al otro lado del atlántico (si alguna vez llego). Es decir, vaciada.

Pero no vaciada en el sentido de vacuidad. No en el sentido de estar vacía. No. Vamos, que me han quitado los virus y me han formateado. Entre mi cumpleaños de verdad y mi segundo cumpleaños me pasó una cosa muy curiosa. Todo lo que había estado intentando durante tanto tiempo pasó de repente sin que me diese cuenta. Ya estaba. Era como si los 22 me diesen licencia para poder dejar de vomitar sobre determinadas cosas. Ya no vomito a personas, ni a mí… solo a determinados paises. Que me estoy volviendo buena de repente. Más o menos.

Los 21 fueron muy emocionantes. Aunque no solo eso. Y si ahora leo el post que escribí hace más de un año, el dia de mi cumpleaños, en la sala de informática de aquella ciudad francesa, constato lo duros que fueron. Que han sido. Muy intensos y necesarios, y muy confusos también. Comparando las dos fechas, la de ahora y la de hace un año, creo que la situación dice bastante de lo que me espera. Donde estoy ahora no tiene nada que ver con donde estaba antes, y no solo por razones geográficas. De hecho, la geografía no tiene nada que ver. Y la serenidad que ahora tengo me la he ganado a pulso, así que espero que no se diluya cuando pote dentro de unos meses. Y repito, si llego a potar algún día. Y cuando hablo de cosas soeces como vómitos en realidad me refiero a todo un entramado de planes de futuro que no dependen de mí, por el momento. 

Los acontecimientos intentan amenazar mi casi recién adquirida tranquilidad. Y es que claro, un día estás aquí y otro puedes estar allí. Un día haces planes y al otro los deshaces. O un día, pensando que ya estás allí te dicen que vuelves a estar aquí. Yo por ahora sigo aquí… hasta que se demuestre lo contrario. Por eso me parece extraño cansarme por estar intentar estar en un sitio que no es este. 

Creo que me voy a ir a dormir.   

CELEBRACIÓN

Argentina es un país cuya extensión es cuatro veces la de España y su población es de 40 millones de habitantes. Once millones se encuentran concentrados en Buenos Aires. Con lo cual se trata de un territorio que está prácticamente vacío. Con el fin de solventar este problema demográfico el señor Primer Damo y yo, la Presidenta, organizaremos unas jornadas de repoblación de la Pampa. Pensamos reproducirnos sin parar y establecer allí nuestra pequeña república independiente, cuya constitución será elaborada por la Presidenta y asumida ciegamente por su consorte.

Sólo estarán admitidas, en esta primera fase de repoblación de la Pampa, aquellas personas que tengan facilidad para tirarse a todo el mundo. No queremos excluir a nadie, pero la ley de la procreación manda. Es darwinismo puro y duro, nosotros estamos en contra del creacionismo… aquí al pan, pan. Y al vino, ginebra.

En este mundo multicolor que imagino habría ciertas cosas establecidas como prohibidas. Lo siento si parezco un poco mojigata, pero las drogas duras no serían bien recibidas y desde el Ministerio de Propaganda se proyectaría sin cese “Réquiem por un sueño”… para que los niños aprendiesen que puedes perder tu brazo o ser penetrada analmente por un gran consolador negro si te dedicas a la heroína. Las drogas de síntesis están permitidas porque en “Easy Rider” nadie es penetrado analmente. En mi mundo intentaría erradicar el hastío o la decepción cósmica… cosa harto difícil si excluyo las drogas duras como práctica social. Intentaría que nadie saliese herido de las relaciones humanas y que a nadie le costara estar con gente. Porque la gente es una cosa buena y sin gente no hay Pampa que valga. Prohibiría el sentimentalismo barato porque no lleva a ningún sitio y solo hace que generar utopías emocionales que no tienen sentido y son horteras.

En la Pampa no existirían las fronteras y ni el nacionalismo de ningún tipo, la única marca distintiva sería la no marca. Nadie se parecería a su vecino y, por otro lado, a nadie le interesaría. No fomentamos el individualismo, solo el colectivismo aireado… lo que quiere decir que tú en tu casa y yo en la mía, toca el timbre para entrar y no te molestes si esta tarde no te dejo pasar. A nadie se le obligaría a ser feliz ni a sonreír. De hecho, la Seguridad Social se encargaría de dar cursos de formación para aprender a ser infeliz, porque siendo un desgraciado es como resulta difícil desenvolverse.

En cuanto a las ideologías, cada uno podrá tener el carné que más le convenga. Pero deberá argumentar por escrito las razones que le llevan a adoptar una determinada postura política. Es la lógica del Estado-Nación-Razonado. La Liga de la No Mediocridad es uno de los proyectos más ambiciosos entre los muchos que tengo pensados.

Y a nadie, nadie, se le presionaría para que decidiese quién es antes de estar preparado. Condición sine qua non para formar parte de esta enfermedad creada sentados en la bancada de la cocina de un chico danés. 

No pasa nada, una vez adquirida la nacionalidad puedes marcharte en cuanto lo decidas. Si quieres puedes pasarte solo durante el verano. Yo lo entendería. Y esperaría desde mi cabaña a que llegase el calorcito estival. Puede que entonces me decidiese a hacer turismo. No sería raro…

 

Porque en el fondo esta es una historia de encuentros y desencuentros. Una historia sutil.

AQUELLAS JUERGAS UNIVERSITARIAS

Vivo con otras cuatro personas en un piso que está sucio, desordenado, viejo, se nos ha roto la lavadora, hay pegotes de manchas en el suelo, remolinos de polvo en el baño, sofás robados de la basura, lámparas de tres bombillas donde solo una de ellas funciona, ventanas sin persianas, una mesa enorme con la que pegarse golpes, dos baños que se encharcan cada vez que te duchas, una casera rica que intenta robarnos, unas vecinas que no te esperan para coger el ascensor. Hace un par de años tuvimos plaga de cucarachas pequeñas… aquellos horribles monstruitos que poblaban la cocina. El frigorífico soltaba un agüilla marrón, el calentador estuvo un mes sin funcionar en pleno invierno. Las cortinas ya no son blancas sino grisáceas, en las paredes hay pegados los mismos pósters desde hace tres años y ya destiñen. Más uno nuevo de Cuenca y un señor inglés que traje de Londres. Debajo del señor se puede leer claramente en boli azul “Andy y Esther forever”… desde fallas de hace dos años.

Los cuadros que ya estaban son de un tal Sacramento.

Hay un diván verde mohoso en la entrada, ahora poblada con carteles de películas tan reputadas como “En busca del beso salvaje”. Y un mural pintado al fresco en el salón que representa a un hada azul de pelo naranja con el culo en pompis. Está llena de espejos tenebrosos y hay dos armarios-habitación llenos de utensilios inútiles. El suelo es de manises negros, con lo cual siempre parece que esté sucio. Almodóvar y Alex de la Iglesia podrían colaborar en la que sería su primera película juntos.

Y yo que cuando vi todo esto por primera vez me pareció bonito… Sigo llegando a casa y sigo viéndolo bonito aunque las chicas hayan hecho pechuga con el fuego al máximo y sin extractor, aunque no encuentre ninguna taza donde hacerme una infusión porque están todas sucias y almacenadas en la mesa del salón. A veces llego a casa y me encuentro a los demás discutiendo sobre si todas las palabras tienen representación mental o si ésta pasa por la descripción, si el lenguaje es constructor del pensamiento o si por contra es el pensamiento el que produce la representación verbal de las palabras. Semióticos puros.

Luego tenemos una videoteca compuesta por películas tan insignes como “Fumar porros es bueno”, “Bueno rollito”, “Ching y chong” o “Gracias por fumar”.

Es decir, que también somos cosmopolitas.