Princesas, pitufas o el drama de la ficción en femenino

La sirenita
Úrsula y Ariel. Ariel y Úrsula. Tanto monta monta tanto, porque «la belleza es mucho más que suficiente».

En algún instante de estos últimos meses se me pasó por la cabeza dejar de leer historias sobre mujeres tristes, sobre mujeres perdidas, sobre mujeres en busqueda continua. Error mayúsculo.

De nada sirve imponer autocontrol sobre algo que surge de manera natural. Más bien, de lo que se trata es de hacerse preguntas. Las preguntas adecuadas, para ser más precisos.

En un momento determinado incluso pensé que estaba entrando de lleno en terreno peligroso dada la empatía con la que suelo abordar los caracteres femeninos. Lo expresé en el post anterior, dedicado a Cinco horas con Mario: cuando la identificación se hace difícil, llega la extenuación. Así, y echando la vista atrás, me encuentro con que mis últimas lecturas (aparte de algún que otro guilty pleasure) siguen un proceso iterativo digno de poner en cuarentena.

Cinco horas con Mario, La mujer comestible, Aloma, Cat eyes, Las chicas… Y eso solo haciendo un ejercicio de memoria bastante corto… Porque ha habido otras mujeres antes, mucho antes. Y las seguirá habiendo en el futuro, de eso estoy segura.

Cuando me da por pensar que he hecho algo demasiado, se me ocurre preguntarme por qué hago ese «algo». Y, la mayoría de veces, una se da cuenta de que hace lo que hace porque en ese momento lo necesita. Así de sencillo.

Mi fijación por buscar (y encontrar) mujeres protagonistas se debe, en primer lugar, a que soy mujer. Pero esa no es razón suficiente, hay libros extraordinarios, peliculas buenísimas, series muy competentes… donde los protagonistas son hombres y las aprecio igual. ¿Igual? No, igual quizás no es la palabra.

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Lecturas para este verano

Libros para leer verano
Así, todo el rato.

No sé vosotros, pero yo estoy deseando que lleguen las vacaciones. Como todos, planificamos viajes, escapadas o sencillamente nos quedamos de Rodríguez en la ciudad. En mi caso, pasaré unos días con la familia de campo y playa sin olvidar alguna que otra escapada urbana con amigos y cervezas de por medio.

Planificar mis lecturas es algo que, generalmente, hago todo el año aunque sea de una manera muy random. Cuando no tengo demasiado tiempo, sencillamente escojo lo que me apetece en ese momento. Es un método que me ha funcionado siempre. No reflexionar demasiado y tan solo elegir un libro. En la mayoría de los casos dejo que mande mi intuición, que siempre acertará en función de mi estado de ánimo, el momento vital, mi capacidad para estar centrada o mi nivel de dispersión.

Sin embargo, cuando tengo por delante semanas de ocio, siempre me gusta fantasear y planificar, a mi manera, los libros para leer en verano. Aquí os traigo una lista de los míos, esperando que os den ideas.


  • Aloma (Mercè Rodoreda). Tenía ganas de leerme La plaça del diamant desde hace tiempo, pero como sufro eso que yo llamo el TOC literario, decidí empezar a leer a la autora desde este libro antes de lanzarme a sus obras más conocidas, entre las que se encuentran la ya mencionada, Mirall trencat o Jardí vora el mar.  Una relación prohibida entre una adolescente soñadora y el hermano de su cuñada. Cismas familiares y pérdida de la inocencia es lo que promete esta novela corta.
  • Cinco horas con Mario (Miguel Delibes). Bueno, un clásico moderno que llevaba tiempo rondándome. Poco más que añadir, pues su autor es ya de sobra conocido. De él solo he leído Los santos inocentes, y la verdad es que hay varias novelas que me atraen, entre ellas La sombra del ciprés es alargada.

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El país del sol ausente

Lluvia
Llueve sobre mojado.

Desde el país del sol ausente en el que vivo (o sobrevivo), donde no hay eñe en los teclados aunque una tenga sus truquillos, asisto resignada a una primavera que ha sido invierno. Seguida, por cierto, de un verano que nunca será verano… Pero es que a lo mejor hasta será invierno. Lluvia y tonos grises me dan la bienvenida cada mañana. Y yo, con la cara pálida y las ojeras cada vez más marcadas por la falta de vitamina D, acepto resignada mi fatuo destino.

Tragedia griega

Es como haber cargado una peli súper divertida en Powvideo (chicos, no lo hagáis, es ilegal) que nunca arranca. Actualizas la página sin parar, sin resultados. Apagas y enciendes el router, refrescas, reinicias. No hay señales de vida inteligente. Y así seguirá eternamente hasta que llegue un otoño que parezca invierno. Solo que, con un poco de suerte, tendremos un otoño que se asemejará a un verano. Y nos volveremos totalmente bipolares y nunca más nos fiaremos de la App del móvil que predice el tiempo. Porque no saben nada. Y escucharemos atentos las teorías sobre el calentamiento global, creyendo que estamos acabando con los recursos del planeta y que esta es nuestra penitencia.

Y volverá a pasar lo mismo una y otra vez: harás planes de fin de semana. Un picnic electrónico, una terraza al aire libre, un concierto, un paseo por el bosque, un poco de deporte, un día en bici… Y lloverá. Porque siempre llueve cuando tienes ganas de ser feliz.

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De isla en isla

En algún punto del post anterior sobre Maya Angelou, hacía referencia a mi imposibilidad para hacer frente a los vaivenes de la vida. A lo largo de mi trayectoria personal y profesional, algunos de estos terremotos me han traído sorpresas, me han servido de motor cuando ya no podía arrancar. Otros me han sumido en un largo sopor del que me ha costado levantarme. Ya se sabe que, cuando un terremoto se acerca, lo mejor es hacerse bola al lado de un muro de carga. El miedo, la mayoría de las veces, es el motor que mueve mi mundo, y no debería. Porque luego toca buscar entre los escombros.

Admiro a la gente que tiene una pasión, una gran pasión. Aquellas personas que cumplen la quimera de ser felices y estar satisfechas porque «aman lo que hacen». Es precioso, digno de admirar… inaccesible. Yo siempre he sido más bien de amar todo y no casarme con nada. Mi cabeza está repleta de islas independientes; y yo me siento como un pirata en busca de un trozo de tierra firme en el que desembarcar y echarse una siesta. Sin embargo, en la vida de todo pirata hay un tesoro… Solo que ninguna isla conocida hasta el momento me ha permitido encontrarlo. Y así se va dibujando una vida a la deriva, flotando en medio del océano. Sin timón ni timonel, que cantaría aquel.

A veces creo que la culpa es mía y otras, de los libros de autoayuda. Yo amo la vida, a mis amigos, una copa de vino o una cerveza bien fría, un billete de ida y vuelta, una peli a oscuras, una temporada sin empezar, un paseo por el campo, un viaje en bici, unas sábanas limpias, un horno encendido, una reserva en el restaurante, una piscina, una canción a oscuras, un libro tras otro, una isla tras otra. ¿Es requisito indispensable que deba amar lo que hago para ser feliz? ¿Y si no sé qué amar? ¿Y si no sé qué hacer? ¿Y si no existe profesión (digo amante) para mi? En ocasiones siento que ese afán por tener la vida perfecta, ese amar tu profesión, me ha llevado a una búsqueda que nunca va a tener un final. Porque nunca voy a encontrar el amor verdadero. Por eso vago de trabajo en trabajo, de proyecto en proyecto, de país en país.

De isla en isla.

https://youtu.be/yxLZhzpAC0U

Cosas que están pasando

rooms-by-the-sea
Room by the sea. Edward Hopper. 1951

Tuve un blog antes de que se pusiese de moda Facebook. De hecho, lo tuve mucho antes. Antes incluso de Fotolog, y de WordPress. Los blogs eran plantillas donde podías colorear, escribir y subir fotos. Cuando la vida era mucho menos complicada. De lo que se trataba era de escribir tu horrible, frustrante o aburrida vida con un halo de imaginación. Con ese nosequé que le imprimía cierta dignidad a lo que era, ni más ni menos, que una vida más de las muchas que pueblan este planeta.

Pero los blogs personales se pasaron de moda. Así, en un par de años. Llegaron los moderneos, los postureos, los amigos por decenas, los twits, los selfies. Y todo se fue al garete. No quiero extenderme en mis quejas, porque todas estas aplicaciones que han ido surgiendo a lo largo de los últimos diez o quince años son solo una prolongación de lo que era un blog en su tiempo: ego, ego y más ego. Ahora ya no basta darle un toque de pimienta a tu vida para que parezca menos triste. Tienes que estar buena, poner morros en las fotos cual morcilla en ventosa y, si se te ocurre escribir, ser experta en algo. El blog era cursi por definición, y lo cursi ya no gusta. Adiós a aquellos largos post nostálgicos por TODO. Adiós a las románticas que creíamos que nuestra vida podía interesar a alguien más que a nosotras mismas. Adiós a nuestro ego de algodón de azúcar.

Los blogs son ahora un contenedor de los pecados del ahora: buen diseño, palabras clave, enlaces, likes, comentarios y muchos, muchos conocimientos específicos sobre algo en concreto. No puedo explicar que anoche me quedé viendo una peli de Antena 3 mientras comía helado aunque lo revista con toda la ironía de la que me ha dotado la sociedad heteropatriarcal. ¿Nadie entiende la sátira? ¿No os hace gracia? Pues vale. Me retiro.

No, espera. Que no me retiro.

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